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Odiando Guatemala

Ilka Oliva Corado

Por lo general los mensajes que recibo de guatemaltecos son para insultarme, para decirme que no tengo derecho a hablar de Guatemala, porque estoy fuera. Me acusan de odiarla. De desprestigiarla internacionalmente en mis artículos de opinión. Me dicen que no tengo derecho a escribir si soy una simple empleada doméstica que no tiene conocimiento teórico, que me dedique a lo que sé hacer: limpiar baños, y que deje a Guatemala en paz.

Es raro el día en el que no recibo insultos de guatemaltecos donde me acusan de vende patria, de traidora, de ignorante. Y muchos firman con el título por delante para que yo sepa y me quede claro que quien me escribe es un egresado de universidad. Es decir: alguien superior a mí en intelecto y económicamente.

Al principio me enfadaban, pero con el tiempo he ido comprendiendo con cierta tristeza que en Guatemala falta tanto por hacer, cuando un letrado no acepta la opinión de una empleada doméstica, de una inmigrante que desde fuera se atreve a opinar, cuando es más fácil olvidarse del terruño y no voltear a verlo.

Es lo que sucede, que muchos de los que andan proclamándose hacedores de país, no perdonan que los parias también opinemos y que levantemos la cabeza y que nuestras opiniones no sean las de del precio del trapeador y qué jabón usar para lavar el inodoro. No perdonan que nosotros también nos atrevamos a hablar de política, de inequidad, de clasismo, de exclusión. Y que lo digamos fuerte, con la carne viva, con la ofensa en el rostro.

Y que nuestro tono sea el de los humillados de todos los tiempos, el de la voz sonora de las periferias marginadas, que tenga la cólera de la exclusión y el oprobio, sí, la cólera, porque no puede ser miel sobre hojuelas vivir al margen de los derechos humanos y de las oportunidades, vivir discriminado y estigmatizado.

De ahí el enojo, la fuerza y el tono de nuestra expresión que es volcánica y correntada de río revuelto en noche de tormenta.

No censuro la expresión, todos tenemos derecho a ella en cualquiera de sus formas. Pero sí les digo, no es necesario que me amenacen con no publicar mis textos en Guatemala y de movilizar sus contactos en los medios de comunicación. No tengo el menor interés es que me lean en Guatemala, mucho menos publicar allá. Guatemala es el país donde nací, que me despellejó viva discriminándome todos los días, que me obligó a migrar como lo ha hecho con miles de parias.

Pero eso sí, a pesar de sus insultos, de sus formas para tratar de denigrarme, de censurar mi letra en mi país, yo seguiré escribiendo porque tengo el enorme privilegio de que fuera de las fronteras hay un horizonte que se encarga de darle alas a mi voz.

No les tengo rencor, no les tengo envidia, no deseo sus riquezas ni sus títulos universitarios, mucho menos sus contactos, soy mujer de afectos. Soy de plan y ladera.

Por mí me pueden seguir escribiendo, insultando, tratando de denigrar mi expresión, de menospreciarme porque limpio baños, o porque me crucé un desierto quebrantando la ley de un país extranjero, pueden decirme misa; pero eso sí, ni con todos sus títulos y su dinero, ni con todos sus contactos podrán jamás censurar mi expresión fuera de las fronteras de Guatemala, simplemente porque soy una paria universal. Mi patria es la humanidad.

Y ese privilegio ni se compra ni se vende. No todo en la vida señoras y señores, es dinero y contactos.

No les tengo rencor, no les tengo envidia, no deseo sus riquezas ni sus títulos universitarios, mucho menos sus contactos, soy mujer de afectos. Soy de plan y ladera.

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@ilkaolivacorado contacto@cronicasdeunainquilina.com

Octubre 22 de 2016, Estados Unidos.

Fuente: [cronicasdeunainquilina.com]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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