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Obediencias

Gerardo Guinea Diez

El anticomunismo y su recurrencia temática aún genera filiaciones y más de las veces, su correlato: los excesos de morbosidad ideológica. Antes de 1944, la lógica de la dominación se sustentaba en dos ejes: obediencia y represión.

Es decir, a sangre y fuego se impedía la organización civil de la sociedad. La desestructuración de la lógica del dominio y la obediencia, promovida por Arévalo y Árbenz, por medio de la libre sindicalización, el impulso de la educación pública de calidad, el seguro social, entre otros, nos adentró 44 años después, en el siglo XX. La restauración conservadora de 1954 no pudo recuperar la hegemonía de la obediencia. He allí, la raíz de las viejas y nuevas resistencias a lo largo del territorio.
Quienes se oponen a las reformas constitucionales y al desempeño del MP y la CICIG, se inscriben en el campo de la lucha de la hegemonía por la obediencia. Sin duda, parafraseando una metáfora de Popper, ellos están más cerca de las nubes que de los relojes, porque la hibridación de los discursos políticos a partir de 1996, alentados por el neoanarquismo de derecha nos ha dejado una batidora de huevos conceptual, a partir del cual, todo cambio es sospechoso. Por supuesto, no lo es, el adorno de nuestra barbarie.
(Con fragmentos del libro “Gramática de un tiempo congelado”, Editorial Cultura, 2008)

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Gerardo Guinea Diez
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