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¿Nos atreveremos a la aventura colectiva?

Para ellos, los colectivos son “abstractos” y no tienen existencia “concreta”

Marcela Gereda

Vivimos una especie de ceguera o borrachera social que nos hace permanecer inermes, interdictos (inconscientes de nuestros actos), que alimenta un culto al individualismo que todos terminamos practicando.

Un vaivén de campañas publicitarias que pretenden producir ese “cambio” ficticio, que como vil maquillaje, no transforma la realidad, solo sirve para dar continuidad a la hegemonía de “la ley del más fuerte”, regida por un individualismo egocéntrico en el que lo único que importa es ascender, no importa a qué costo y en el que hemos convertido un código cultural ya interiorizado la noción de “sálvese quien pueda”, produciendo así una violencia desmedida.

Incapaces de salir de nuestras trincheras, no queremos ver lo que sucede alrededor nuestro. Nos hemos convertido en reducidas burbujas individuales que no convivimos sino solo velamos por nuestros intereses. Nos resulta demasiado arriesgado y poco atractivo salir del “yo”.

Es en el tráfico que vemos a diario cómo la mayoría de los carros van solamente con una persona, es ello una metáfora de lo que somos como sociedad: un puñado de individuos viviendo por nuestras narices, incapaces de organizarnos por y para llevar a cabo una aventura colectiva.

El antropólogo Marc Augé identifica como un rasgo de nuestra era es el exceso de individualismo en el que el único sentido que orienta las prácticas y las relaciones sociales es el que cada individuo crea para sí.

Para Erick Hobsbawm, la desintegración de los viejos modelos de relaciones interpersonales, se evidencia en el acérrimo individualismo dominante, acentuado luego de la destrucción de las sociedades del “socialismo real”. “Globalización” en la cual “curiosamente el comportamiento privado humano ha tenido menos problemas en ajustarse al mundo de la televisión satelital, el E-mail y las vacaciones en las islas Seychelles” que las instituciones estatales.

Y si los que estuvieron antes que nosotros arriesgaron todo por llevar a cabo esa aventura colectiva de trascender el “yo”, para construir algo común, hoy parece para los milenians (esas juventudes pegadas y atravesadas por la tecnología, desencantadas y escépticas del mundo, para quienes la aventura más grande parece ser sentarse frente a la computadora o la television), ir más allá del “yo” resulta algo estúpido e ininmaginable.

La cultura del consumo ha hecho de la soledad el más lucrativo de los mercados. Para las nuevas juventudes todo vacío parece llenarse yendo al mall a comprar la nada, lo innecesario.

El criminólogo Anthony Platt ha observado que los delitos de la calle no son solamente fruto de la pobreza extrema. También son fruto de la ética individualista.

Para los neoliberales e individualistas (Smith, Mises, Hayek, Nozick), son las personas individuales y no los colectivos los que actúan en la sociedad y en la economía y quienes se relacionan entre sí intercambiando bienes y servicios por dinero. Para ellos, los colectivos son “abstractos” y no tienen existencia “concreta”. Es decir, no existe el país sino un puñado de individuos que intercambian bienes.

Se les olvida (y nos hacen olvidar) que los colectivos están formados por individuos, y que los individuos solo pueden ser libres formando parte de colectivos. En nuestro paso por el mundo la historia ha demostrado que fue en la vida colectiva que pudo surgir la vida individual.

Arriesgarnos a participar de una gran aventura colectiva puede ser acaso la única esperanza que nos queda, el compromiso ciudadano y colectivo puede partir de la lucha frontal contra los privilegios, monopolios, oligopolios y todas las injusticias que atraviesan nuestras estructuras económicas que dan forma a nuestra manera de ver el mundo. Lograr con esa aventura colectiva una cohesión social puede transformar la manera violenta en la que nos percibimos y relacionamos.

Salir de nuestros egos y de mirarnos el ombligo puede ser la aventura más grande y arriesgada para crear un interés nacional que defienda los intereses de las mayorías. Si lo hacemos desde el compromiso de entender nuestro entorno, si formulamos las preguntas pertinentes para entender lo que está pasando, para saber por qué caminos debemos transitar para ir a través de un Nosotros encontrando las respuestas adecuadas para devolver colectivamente la dignidad a nuestra sociedad.

Arriesgarnos a participar de una gran aventura colectiva puede ser acaso la única esperanza que nos queda, el compromiso ciudadano y colectivo puede partir de la lucha frontal contra los privilegios, monopolios, oligopolios y todas las injusticias que atraviesan nuestras estructuras económicas…

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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