No uno, sino muchos dirigentes
Lo que se impone después del 30 de mayo.
Mario Roberto Morales
La campaña de telefonemas urgiendo a no concurrir a la manifestación del 30 de mayo porque la protesta estaba ya tomada por “guerrilleros”, así como la razón pro-oligárquica según la cual la protesta se divide entre quienes quieren reformas sin romper el “orden constitucional” y los “revolucionarios” que buscan vengarse de sus derrotas y materializar sus ideales socialistas, sólo logró que los más ignorantes y temerosos se abstuvieran de asistir a la plaza, pues el movimiento anticorrupción es interclasista e interétnico y no responde a las ideologías de la “guerra fría”, sino a la indignación y a la creciente conciencia crítica de un pueblo harto de la estafa. Fue así como el movimiento se depuró y rediseñó sobre la marcha.
Se rediseñó, porque se sumaron a la protesta organizaciones campesinas, de trabajadores y estudiantes, y estos sectores consolidaron el avance de las demandas de la simple indignación —la cual por sí misma no basta para hacer transformaciones porque no pasa de ser una reacción emocional— a las reivindicaciones de cambio estructural del sistema político mediante mecanismos específicos propuestos. Las capas medias más ilustradas y críticas también llegaron a lo mismo por su propio sendero, convergiendo todos en una movilización (la del 30 de mayo) que le dio a la protesta una fisonomía más avanzada y madura que la que tuvo en las dos grandes concentraciones anteriores.
La actividad empezó en la madrugada y finalizó a la medianoche. La masa de movilizados no permaneció compacta en la plaza, sino que entraba y salía de la misma, de modo que el conglomerado cambiaba a cada momento. Además, los manifestantes no se ubicaron en un solo punto sino en varios de ellos, ampliando así la expresión simbólica de su criterio reivindicativo, ahora más politizado pero siempre pacífico y ordenado. Lo mismo ocurrió en el interior del país, en donde la especificidad de las demandas y propuestas, y la creatividad en su planteo formal, fueron superiores a las de las anteriores movilizaciones. De esta manera el movimiento se reinventa y madura, a pesar de que el CACIF, el Gobierno, los neoliberales y el fascismo anticomunista de “guerra fría”, buscan neutralizarlo (para mantener privilegios controlando la política con financiamientos a partidos a cambio de contratos privados multimillonarios) blandiendo la desgastada razón de que “la ruptura del orden institucional” traerá consigo un “vacío de poder” que provocará “caos político” y el “retorno de los guerrilleros”. El pueblo empero ya no se traga estas patrañas y exige renuncia y castigo para los corruptos, la legitimación de la legalidad de las elecciones y la refundación del Estado.
Todo esto obliga a darle a la movilización una sólida unidad mediante dirigencias sectoriales. Porque un movimiento espontáneo y sin líderes funciona bien como chispa de arranque pero no va a ninguna parte sin una brújula táctica y estratégica. El anarquismo hedonista catártico —con sus festivos despliegues lúdicos fuera de lugar y restándole enfoque, mística y potencia a la indignación y a la protesta— tiene límites estrechos y termina en distractor de la conciencia crítica. Ya sabemos qué cambios queremos y qué mecanismos usar para lograrlos. Pero hacerlos realidad requerirá —no de uno, sino— de muchos guías. El pueblo ya habló. De él deberán surgir ahora los dirigentes que hagan realidad su palabra. Es urgente empezar a elegirlos.
La actividad empezó en la madrugada y finalizó a la medianoche. La masa de movilizados no permaneció compacta en la plaza, sino que entraba y salía de la misma, de modo que el conglomerado cambiaba a cada momento.
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