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lucha libre
Lucía Escobar
@liberalucha

Empecé a trabajar en periodismo hace veinte años. Gracias a ese oficio que también es mi profesión conocí un país que había estado oculto a mi vida de capitalina privilegiada, un país golpeado profundamente por una guerra de 36 años. Escuché de primera mano los testimonios de muchos sobrevivientes de esa gran noche oscura que cayó sobre los guatemaltecos.

Me di cuenta que el dolor y el daño que causó el ejército nacional a la población civil indefensa excedió en mucho al peor cuento de horror que podamos haber escuchado.Todos esos recuerdos están guardados a flor de piel y salen fácilmente ante casi cualquier pregunta.

Escuché de masacres en Santiago Atitlán, pero también en Rabinal, Panzós, Nebaj, Chajul, Chel, Cotzal, El Estor, Chisec, Río Negro, Zacualpa, Dos Erres, Ixcán, Sacapulas, Uspantán, Cahabón, Aguacatán, Cobán, San Cristóbal Verapaz, San Pedro Carchá, Comalapa, San Miguel Acatán, Santa Ana Huista, Tecpán, Cunén, solo por mencionar algunos de los lugares más representativos, pero están documentadas más de un millar de masacres. Las peores pesadillas, los crímenes más horrendos que puedan imaginarse, fueron ejecutados por el ejército guatemalteco, precisamente los encargados de velar por la vida y la dignidad de los ciudadanos. A ellos se le les atribuye el 95 por ciento de los crímenes de la guerra contra un cinco por ciento de los realizados por la guerrilla.

Uno de los casos más impactantes es el que sufrieron las mujeres q’eqchi’es de Sepur Zarco. Mataron a sus esposos, y ellas fueron violadas repetidas veces. Las obligaron a lavar la ropa y atender a los asesinos de sus esposos. Por ello, fueron señaladas y despreciadas por su comunidad. Necesitaron de muchísimo valor para siendo pobres, excluidas, y víctimas de algo tan horrendo, se hayan empoderado y logrado condenas en firme para dos exmilitares por el delito de esclavitud sexual, tortura y desaparición forzada. Cualquier ser humano con un mínimo de sensibilidad, siente empatía por estas abuelas, ejemplo de entereza, valor y resiliencia. Por casos como este, y tantos otros imperdonables, es que es inadmisible que se dé vía libre a la iniciativa que pretende modificar la Ley de Reconciliación Nacional, para dar amnistía tanto a los guerrilleros como a los militares acusados de genocidio, tortura y desaparición forzada. Eso sería perdonar a quienes nunca se han arrepentido y ni siquiera han sido capaces de reconocer y aceptar que lo que hicieron fueron delitos de lesa humanidad.

Solo en la Unidad de Casos Especiales del conflicto armado interno, hay cerca de 4 mil casos contra el ejército, agentes policíacos y fuerzas del Estado, y también 87 casos contra guerrilleros. Los casos más graves de violaciones humanas quedarían impunes.

Si hubiera un verdadero interés por la paz, y el perdón, los diputados pensarían en aprobar mejor la ley 35-90 de Desaparición Forzada, que esa sí contribuiría a construir un mejor país.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/lacolumna/2019/02/20/no-hay-amnistia-para-el-horror/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Lucía Escobar
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