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Hace unos días el Director del FBI, Robert Mueller, anunció que la dependencia a su cargo ha creado una nueva unidad especial destinada a recabar información y procesarla además de intercambiarla con las autoridades mexicanas. El motivo de todas estas medidas es que el gobierno de Estados Unidos de América, ve con preocupación que la violencia desatada por la guerra contra el narcotráfico en México ya está cruzando la frontera y se está expandiendo hacia el primero de los países. La noticia me confirma la sospecha de que los Estados Unidos de América apoyan con entusiasmo dicha guerra pero que no les gusta que ésta se realice en su propio territorio. Prefieren que se realice en su traspatio.

El tráfico de drogas comienza con su producción en países como Colombia y Perú y ha hecho de México, Centroamérica y el Caribe sus rutas predilectas hacia el gran mercado que se encuentra en los Estados Unidos de América. Como suele suceder en el capitalismo, el poderoso incentivo para la producción de una mercancía radica en que tenga un amplio mercado. En el caso de las drogas producidas en América latina el mercado fundamental está en Estados Unidos de América. Alrededor de 5.3 millones de habitantes de dicho país son consumidores de cocaína y sus derivados. Con esa enorme demanda, que significa alrededor del 2.1% de la población en dicho país, la droga, en particular la cocaína, tiene precios enormes y rinde extraordinarias ganancias a sus traficantes. El sentido común obliga a pensar que los cárteles de la droga tienen socios al interior de los Estados Unidos de América. La pregunta también obligada es ¿Por qué los Estados Unidos de América no desencadenan en su propio territorio una guerra sin cuartel a sus propias organizaciones criminales? La razón parecería ser que saben que el costo humano, social y político es muy grande en esas guerras. No puede sino pensarse que prefieren que esa guerra se lleve a cabo afuera de sus fronteras: en los países productores como Colombia, Bolivia y Perú y en los de tránsito como México, Belice, Honduras y particularmente en Guatemala.

El asunto del trasiego de drogas en Guatemala y en Centroamérica es tan crítico que la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE), subsidiaria de la Organización de las Naciones Unidas, ahora encabezada por el embajador mexicano Jorge Montaño ha enviado una misión a Guatemala para examinar la creciente importancia de la región centroamericana como lugar de paso de droga con destino a los Estados Unidos de América. Se ha anunciado que dicho organismo emitirá un informe en el mes de marzo pero las informaciones que contendrá y que ya han sido anunciadas resultan estremecedoras. Se calcula que el 90% de la cocaína con destino al gran mercado estadounidense pasa por México y Centroamérica y que en Guatemala se trasiegan anualmente aproximadamente 300 toneladas de cocaína. Más aún, el cártel mexicano de los Zetas ha expandido sus operaciones hacia el control de la anfetamina producida en Bangladesh e India y que pasa por Guatemala y Belice. En efecto, es mayúsculo el problema que tiene el Estado guatemalteco y en particular el gobierno del presidente Colom.

Pero ahora que Guatemala ha comenzado una ofensiva contra el narcotráfico que se combinará con la que se observa en México, nuevamente cabe preguntarse con respecto al papel de los Estados Unidos de América en todo este asunto. A mi parecer no se trata solamente de dar financiamiento y asesoría para que otros derramen su sangre en el combate a un flagelo que tiene su raíz en los más de 5 millones de consumidores de droga en dicho país. El problema se complica porque en Estados Unidos de América el tráfico de armas es legal. Y es legal porque es un gran negocio y se ha convertido en una bandera de la derecha estadounidense. Fácil es recordar la campaña que hizo el ya fallecido actor Charlton Heston pagado por la National Rifle Association para preservar el derecho de los estadounidenses a tener en sus casas no solamente armas de cacería sino armas de combate de cualquier tipo. La proliferación de venta de armas en todo el territorio estadounidense, crea las mejores condiciones para un masivo contrabando de armas hacia México. Éste dota a los narcotraficantes de un poderoso arsenal con el cual pueden enfrentarse con éxito al ejército y policías mexicanas.

El combate al narcotráfico implica muchas más medidas que establecer un estado de sitio e iniciar una guerra que llena de sangre a los países en los cuales se efectúa. Si no es espurio el mensaje al presidente Colom difundido por una radio en Alta Verapaz, cabe pensar que este año de 2011 veremos morir a muchos inocentes como producto del narcoterrorismo. Además de las medidas políticas y sociales que países como México y Guatemala deberían tomar, los Estados Unidos de América tendrían que combatir con energía a sus propias mafias criminales, resolver el problema de sus millones de consumidores y acabar con el contrabando de armas hacia al sur del río Bravo.

Autor: Carlos Figueroa Ibarra

Carlos Figueroa Ibarra
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