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Mutilación y prótesis electoral

Sobre cómo funciona la hegemonía oligárquica en la clase media.

Mario Roberto Morales

La dominación se ejerce mediante la coacción del Estado y el Ejército. Y la hegemonía por medio de la influencia y la atracción cultural o ideológica. Roma dominó a Grecia, y Grecia hegemonizó sobre Roma. La hegemonía se acata por voluntad, aunque ésta esté manipulada. Antonio Gramsci llamó hegemonía cultural al mecanismo mediante el que un grupo social posiciona en el centro del imaginario de las mayorías el conjunto de valores que le sirve para reproducir sus intereses económicos, de modo que aquéllas lo adoptan como propio a pesar de que esos valores e intereses ajenos se opongan a los suyos y no les convengan. Este mecanismo hace que la oligarquía y la criollez —y no la clase media ni la ladinidad— sean hegemónicas en este país (además de dominantes, pues también controlan el Estado y el Ejército). Pongo un ejemplo de esto.

Como Baldizón tiene dinero, no necesita —como los otros candidatos punteros— pactar con la oligarquía y la criollez (o sea el CACIF) el financiamiento de su campaña a cambio del control oligárquico de plazas como la Junta Monetaria, los ministerios de Finanzas y Economía, y otras. Todos los candidatos punteros sin excepción pactan antes de las elecciones con el CACIF estos asuntos. Pero no Baldizón, de quien se sabe que tenía previsto hablar con ese grupo después de ganar las elecciones, y no antes. Fue por esto por lo que el Comité lanzó su campaña de demonización y linchamiento del petenero, como si hubiera algún candidato sin las anti-virtudes que le atribuye a él. Ciertas capas medias moralistas adoptaron este criterio como propio y, con entusiasmo biempensante, se entregaron a la oligárquica religión del antibaldizonismo. Esto, unido a la oportuna ¿casualidad? de que la CICIG —quien nos sigue debiendo los nombres de las empresas y los empresarios corruptos de La Línea y otros casos— escogiera a Baldizón como el objetivo a ser neutralizado en las elecciones, dio como resultado que, si esto ocurre, quizá (según encuesta del CACIF) el populacho nos lleve a ser gobernados por Jimmy Morales o por Alejandro Giammatei, testaferros ambos (con Zury Ríos) de la ultraderecha fascista (alineada al Comité), lo cual supondría un salto atrás respecto de haberlo sido por Pérez Molina. Pues si por un lado Morales se esmera en perfilarse como inepto para gobernar un país (aunque sea este), por el otro se sabe que, aparte de su vacua y vulgar insolencia de ignaro, Giammatei no comparte el destino de Vielmann y Sperissen sólo porque se acogió a la misma justicia que ahora impugna la CICIG. Vemos pues cómo el CACIF preserva sus intereses sembrando sus criterios en el fértil corazón del imaginario de la clase media, la cual no capta que su fogosa apropiación de ellos le resulta poco menos que suicida. Y, ojo, que no estoy diciendo que Baldizón sea la respuesta a nuestros problemas. Sólo ilustro el mecanismo mediante el que la oligarquía y la criollez ejercen su hegemonía cultural sobre las capas medias.

¿Se sentará por fin Baldizón a hablar con el CACIF antes de las elecciones? Quizá el inmediato destino judicial de Barquín sea la clave para responder a esta pregunta y para especular si —de resultar ganador— el petenero aceptaría o no a un Vice oligarca. Lo cierto es que estas elecciones se parecen cada vez más a un mutilado de guerra que insiste en participar —sin brazos ni piernas pero con vistosas prótesis marca CACIF— en los próximos Juegos Olímpicos.

Mario Roberto Morales
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