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Museo de Historia de Quetzaltenango

Existe diferencia entre la historia que se nos presenta y la historia que necesitamos.

María Aguilar

Recientemente visité el Museo de Historia de Quetzaltenango, localizado en la antigua zona militar 17-15, mi interés era conocer el proyecto que aludía llenar un vacío sobre el pasado de la ciudad. Sin embargo, salí consternada porque la exhibición refleja una falta de curaduría y contiene una vasta cantidad de errores de redacción y gramática. Además, el contenido no presenta una acuciosa investigación histórica menos metodológica, indispensable para cualquier texto histórico, sin importar la forma en que se presenta. El resultado es problemático y contraproducente para los visitantes, especialmente para los estudiantes.

No abordaré puntos específicos sobre el contenido porque eso es responsabilidad de un consejo académico diverso, que debería incluir al menos, un miembro especializado en Historia Pública, que asesore al colectivo gestor y al Museo sobre detalles históricos que desean plasmar. Por ejemplo, en la disciplina histórica, es imposible apelar al concepto de “objetividad” porque las narrativas históricas, que son presentadas de manera pública, son reflejo de la identidad de sus autores. Además, es preocupante que una exhibición no dé cabida a mujeres ni a pueblos indígenas de la región y que, encima, los defina como “sub culturas”.

Existe diferencia entre la historia que se nos presenta y la historia que necesitamos. Las generaciones jóvenes de Guatemala no necesitan fábulas ni leyendas sino entender los diversos, complejos y contradictorios procesos de la historia local y nacional para entender los problemas actuales. La necedad de apelar al “orgullo quezalteco” no puede permitir una glorificación de caudillos liberales sin colocar el contrapeso de lo que la época liberal significó para la mayoría de la población del país, que es indígena. No se puede engrandecer a personajes como Manuel Estrada Cabrera, al punto de llegar a imprimir playeras con su rostro sin cuestionar el proceso histórico de su dictadura. Tampoco se puede tener un museo en una antigua zona militar sin cuestionar el espacio.

La función de un museo es proteger archivos y artefactos pero sobre todo educar y servir al público sobre su entorno cultural, social y político. En conclusión, este Museo de Historia no llena esas necesidades y antes de invitar a grupos estudiantiles debe ser sometido a revisión y asesoría.
Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/01/29/museo-de-historia-de-quetzaltenango/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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