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México se defiende; Guatemala se esconde

Virgilio Álvarez Aragón

Es común que, cuando un gobernante y su grupo no tienen soluciones para los problemas ingentes y básicos de su país, ellos tratan de encontrar culpables en los gobiernos anteriores, en los vecinos o, como lo hace reiteradamente el señor Trump, en los inmigrantes.

El gobernante de los Estados Unidos es el único de los de las grandes potencias que ha usado la excusa demagógica de los inmigrantes como causantes de los problemas económicos y sociales de su país. El flujo incesante y creciente de inmigrantes de países que no padecen un conflicto armado tiene causas estructurales tanto en el país de origen como en el de destino.

En esas condiciones, nadie se traslada de un lugar a otro si sabe que las posibilidades de empleo y de sobrevivencia serán escasas. Estados Unidos es, en cambio, un lugar donde las tareas rudas y básicas, las que no exigen mayor preparación, son aún masivas, y el ciudadano medio estadounidense ya no desea realizarlas. Los centroamericanos ahora, como los mexicanos hace algunos años, aceptan hacerlas porque en sus países la pobreza es tal que son capaces de hacer cualquier actividad y esfuerzo con tal de tener algún ingreso. Además, el salario que se les paga es inmensamente superior a lo que en sus países de origen pueden recibir por tareas mucho más calificadas.

Los estadounidenses usan a los trabajadores inmigrantes porque pueden pagar salarios más bajos e incumplir las normas fiscales de su país. De ahí que, si en verdad se quisiera reducir su flujo, el endurecimiento de los controles internos sería una solución. Pero resulta que la industria de ese inmenso país se ha estancado como consecuencia de la transnacionalización de los capitales, a los cuales les ha resultado más fácil salir a explorar masas de trabajadores en países pobres que invertir dentro del suyo.

Estados Unidos sufre hoy las consecuencias no esperadas del voraz e irresponsable neoliberalismo, que desde la década de los años 90 del siglo pasado viene impulsándolas dentro y fuera de sus fronteras.

Sus problemas de empleo, en consecuencia, no son culpa de los inmigrantes. Sin embargo, sus gobernantes, al no tener respuestas adecuadas para resolverlos, han optado por culpar a los empobrecidos trabajadores centroamericanos.

Cierto: a las élites económicas y políticas de esos países les ha resultado cómodo vivir también a expensas del trabajo duro de sus migrantes. Es evidente que las economías de Guatemala y de Honduras son parasitarias de la estadounidense y del trabajo denodado de sus migrantes, incapaces de sobrevivir si, por ejemplo, durante un mes Estados Unidos prohibiese el envío de remesas.

Las deportaciones, proporcionalmente más grandes desde México que desde Estados Unidos, o el famoso muro del Señor Trump son simples búsquedas del equilibrio migratorio, que no se alcanzará mientras de ambos lados no se den las soluciones estructurales adecuadas a economías en crisis.

Militarizar la frontera, como lo intenta hacer el Gobierno estadounidense, es simplemente un acto propagandístico para entretener a sus ciudadanos haciéndoles creer que se hace algo para solucionar un problema que, insistimos, no está en las fronteras, sino en el modelo económico que ese país se ha impuesto a sí mismo y les ha impuesto a los otros.

La marcha de migrantes, que por cuarto año consecutivo se realiza (y esta vez mayoritariamente de hondureños), ha dado motivo al presidente estadounidense para amenazar y agredir verbalmente a México y a Honduras, regímenes que sabe debilitados por su escandalosa corrupción e incapacidad administrativa. Si bien el Gobierno mexicano hace alarde de nacionalismo, poco o nada puede hacer, pues su economía se ha convertido en extremadamente dependiente de su vecino del norte. Silenciosamente deportará a todos los que pueda, como año con año lo ha venido haciendo.

Los regímenes y las élites económicas de Honduras y de Guatemala apenas si cruzarán los dedos para que las deportaciones no sean tan masivas. Incapaces de promover un modelo de desarrollo incluyente, dadas la voracidad económica y la castración productiva que ya les son inherentes, su única expectativa es que las remesas sigan llegando sin importar la situación de sus connacionales y que la supuesta cooperación de Estados Unidos lubrique sus genuflexiones constantes ante los desahogos electoreros del frustrado gobernante de la que, cada día que pasa, deja de ser la potencia más grande del mundo.

Fuente: [https://www.plazapublica.com.gt/content/mexico-se-defiende-guatemala-se-esconde]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Virgilio Álvarez Aragón