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Medios y la corrupción como lucha “trendy”

Así son las cosas: aplaudimos las capturas, pero votamos por el terror.

Marcela Gereda

Los humanos somos capaces de sostener cualquier cosa, excepto la verdad. Y sin embargo, una pizca de verdad nos viene bien al menos de vez en cuando, si queremos tener un mínimo de honestidad con nosotros mismos, debemos aceptar que aquí la agenda política es impuesta sobre la opinión pública por el reducido monopolio de la comunicación.

Si vamos a creer en lo que nos dicen ciertos medios de comunicación, habría que empezar por solicitarles que estos no tengan vínculos sucios con el poder, como lo ha sido desde los canales de Ángel González (magnate ante quien se arrodillaron todos los medios) o de Erick Archila (exministro de Energía y Minas del gobierno de Pérez Molina).

En estos días de capturas y el desplome del sistema político, la mayoría de medios han hecho lo que siempre han sabido hacer: manipular la opinión pública, haciéndonos creer que es la lucha contra la corrupción la que te hace ser “un buen chapín”. Dejamos de lado que cambiar unos políticos por otros solo equivale a transformar el rostro de un tal Otto Pérez Molina para ser sustituido por fulano o perencejo.

Debiera darnos en qué pensar el modus operandi de todo este andamiaje cochino del que ahora nos sorprendemos y nos sentimos indignados, pero que en realidad no tiene su nacimiento en el gobierno de Pérez Molina (como muchos creen) sino en la mera guerra interna y en el lugar que le fue asignado al Ejército. Al Ejercito no se le pidió defender a una Guatemala amorfa, sino resguardar a una Guatemala de particulares, es decir, servir los intereses de la denominada “oli”.

En las redes sociales se pide la pena de muerte para esos militares imbricados en los casos de corrupción y saqueo del Estado, pero a los que hoy los quieren linchar no les quitó el sueño que estos tuvieran una participación más siniestra y oscura durante la guerra. Así son las cosas: aplaudimos las capturas, pero votamos por el terror. Celebramos la lucha anticorrupción, pero no queremos ver ni atacar la estructura real de todo ese sistema pernicioso que fue asignarle a los militares todos los trabajos sucios.

Al Ejercito no se le pidió defender a una Guatemala amorfa, sino resguardar a una Guatemala de particulares, es decir, servir los intereses de la denominada “oli”.

Y en medio de esta ceguera (optativa, quizá) no reconocemos que son los empresarios de la comunicación (con todo y sus mafiosas orquestas) quienes se instalan en el imaginario de la opinión pública colocando unos discursos e invisibilizando otros.

Los medios de comunicación son un monopolio, pero esto tampoco lo queremos ver ni cuestionar. Tomamos la lucha contra la corrupción (que los medios nos hacen creer que es la onda) como nuestra bandera de batalla, sintiendo que estamos contribuyendo así a la transformación del país, sin ver que la verdadera lucha es romper con el sistema económico que hace posible y sostenible ese sistema político que ha saqueado al Estado y a nuestros bolsillos.

Respetarnos un poquito pasa necesariamente por exigir un mínimo de trasparencia a esas voces a las que damos legitimidad para formar nuestras opiniones sobre la realidad. Demandar candidez en lo que condiciona nuestra posición en el mundo para interpretar e informar sobre la realidad es tarea de todos.

Sabemos que cualquier mentira repetida veinte veces puede convertirse en una “verdad”. El periodista polaco Kapuscinsky (quien ejerció y practicó un periodismo que buscó transformar el mundo con la palabra transparente) nos recuerda que hablar del mundo implica decir desde dónde hablamos y con quiénes hablamos, porque nunca hablamos solos sino desde una colectividad.

En las redes sociales se pide la pena de muerte para esos militares imbricados en los casos de corrupción y saqueo del Estado, pero a los que hoy los quieren linchar no les quitó el sueño que estos tuvieran una participación más siniestra y oscura durante la guerra. Así son las cosas: aplaudimos las capturas, pero votamos por el terror.

A todos nos hace falta comprender más para luchar mejor. Si el pecado de las ciencias sociales es pensar para sí mismas. El pecado de casi todo el periodismo es que regodeándose de “informar” más bien nos desinforma desde su cinismo e incapacidad para pensar para la sociedad a la cual dice “servir” con “periodismo serio y de profundidad”. Hay una inmensa parte de las historias que parecen estar ausentes. Las historias que nos llegan ignoran la voz de una población, que es la mayoría.

La lucha contra la corrupción, esa moda trendy a la que nos invitan la gran mayoría de los medios no cambia la cultura política, solo cambia de rostro a los mandarines del saqueo. Transformar la estructura del país va mucho más allá del discursito anticorrupción y ello pasa por exigirnos una mínima cuota de verdad a nosotros mismos y a quienes nos informan.

Fuente: elPeriódico [www.elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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