Carlos López
La sociedad israelí está enferma, como la estadunidense, donde muchos desquiciados matan por placer. Desde hace más de diez meses de invasión israelí, miles de imágenes dantescas pueblan las redes sociales (los medios tradicionales ocultan los graves crímenes de los sionistas israelíes, dueños de los medios de comunicación mundiales) donde colonos invasores israelíes del territorio palestino queman plantaciones de los legítimos propietarios, destruyen con maquinaria pesada las casas y calles, violan a las mujeres, asesinan familias completas, roban dinero, joyas y lo que pueden y luego se orinan y bailan sobre los cadáveres de sus víctimas.
Shlomo Karhi, ministro de Comunicaciones de Israel, declara el verdadero interés que subyace en la invasión: «Nunca habrá ningún estado palestino. A los subhumanos que se levantaron contra nosotros, les decimos: sólo obtendrán muerte y destrucción. Poseeremos a Gaza y a sus hijas, los expulsaremos. Debemos colonizar Gaza con militares y colonos». Los soldados sionistas Guy Zaken y Eliran Mizrahi presumen orgullosos en la televisión israelí: «Hemos destruido 5 mil casas o incluso más en Gaza, sólo nosotros dos; cuando llegamos a 5 mil dejamos de contar». El reservista israelí Moshe Yifrah arenga al ejército: «No regresen a casa hasta que hayan quemado toda Gaza. Ni siquiera dejen un bebé allí. Yo asumo cualquier pecado que cometan. ¡Siéntanse libres de masacrarlos vivos si es posible, por favor!».
En casi un año de invasión a Palestina, Israel ha bombardeado el 78 % de viviendas de Gaza, el 84 % de los centros de salud y el 95 % de las instalaciones vitales de agua, para lo que lanzaron más de 80,000 toneladas de explosivos, 4 veces más que la bomba de Hiroshima (20,000 toneladas). Hasta ahora, Israel ha bombardeado 152 escuelas en Gaza: los cadáveres de los niños están regados por todos lados.
Un misil de 100 mil dólares, lanzado por un avión de 20 millones de dólares, que viaja a un costo de 6 mil dólares por hora, para matar personas que viven con menos de 1 dólar por día en la Franja de Gaza es parte de este genocidio descomunal financiado por Estados Unidos, la Unión Europea, la OTAN y otros estados.
Ningún país en la historia moderna ha tenido un daño semejante en tan poco tiempo. La Unicef considera que Gaza es el lugar más peligroso del mundo para ser niño; el 90 % de los casos atendidos de urgencia son niños.
Según Philippe Lazzarini, comisionado de la Agencia de Naciones Unidas para la Población Refugiada de Palestina en Oriente Próximo, cada día 10 niños sufren amputaciones de una o las dos piernas por los bombardeos en Gaza. Mark Pelmuter, cirujano que fue a Gaza a ayudar a los heridos, vicepresidente del Colegio Internacional de Cirujanos, denuncia que los francotiradores sionistas se dedican a cazar sólo a niños, les disparan y luego los rematan en el suelo: «Lo que más me sorprendió no fueron las bombas de una tonelada lanzadas sobre las tiendas de campaña sino los francotiradores israelíes con balas de alta velocidad que les disparan a los niños en Gaza. A muchos yo no podía ponerle el estetoscopio en el corazón porque ahí estaba el orificio de bala; porque no tenían torso, no tenían espalda, se los habían destrozado las balas. A otros les dispararon 2 veces en la sien, nadie dispara a un niño 2 veces por error. La carnicería se centró específicamente en los niños».
Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía, declaró que «Israel es un Estado canalla cada vez más cruel. Ya no hay palabras para describir el genocidio sufrido por el pueblo palestino en Gaza».
Nunca el ser humano había visto la barbarie que está cometiendo «el pueblo elegido de Dios» contra la humanidad, pues lo que le hacen al pueblo palestino se lo hacen al mundo. Los sionistas están acabando con el mundo con el beneplácito de «los pueblos más civilizados». Las palabras se agotan ante el horror. Es indescriptible la matanza, la vesania de Israel.
Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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