Manuel Galich López
Según parece, antes era de mucha honra ocupar la silla de presidente del Congreso de la República o del Tribunal Supremo Electoral. Habrá sido de gran prestigio analizar desde allí los problemas de la Nación y sus probables soluciones.
Juan Carlos Lemus
La historia del país advierte un abaratamiento de la reputación. Lo que abunda en los poderes del Estado es la maldad envuelta en huevo. Hoy nadie presumiría que tiene un tío alto funcionario. O tal vez sí. Qué casualidad, eso sí, que los mejores políticos hayan sido peludos de izquierda, gente perseguida, censurada y exiliada. Qué casualidad que sean esos comunistas, terroristas, socialistas los que construyeron la obra social más importante del país. Qué raro: quienes hicieron brecha literaria no son precisamente sacerdotes del anticomunismo sino intelectuales de izquierda como Cardoza y Aragón.
Tales extremistas marxistas desestabilizadores instituyeron el voto femenino, estructuraron los servicios públicos, crearon el Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá, el IDAEH, las escuelas tipo Federación, la Facultad de Humanidades. Esa izquierda terrorista creó los murales del Centro Cívico, además es la que nos dio ya dos premios Nobel.
Manuel Galich, intelectual de la Revolución de Octubre, nació hoy hace cien años. Fue diputado, presidente del Congreso y del TSE, ministro de Educación. Durante su gestión fueron fundados el Inca, los departamentos de alfabetización, de educación estética y física, así como unidades educativas ambulantes. Fortaleció el magisterio. Supongo que la señora ministra de Educación de Guatemala habrá oído hablar de él.
Como escritor, cambió el rumbo del teatro del país. Hay un antes y un después de Galich. Francisco Albizúrez Palma y Catalina Barrios y Barrios tienen importantes investigaciones en las que lo muestran como pionero del teatro nacional, pues cuando en Guatemala solo se presentaban operetas, zarzuelas, revistas musicales u obras religiosas, Galich tuvo el coraje de incluir personajes populares, el habla chapina, los problemas sociales.
A partir de 1954, Galich vivió exiliado hasta su muerte, en 1984. En Cuba había ganado, en 1961, el premio Casa de las Américas con El Pescado Indigesto, obra llevada a escena este año por la compañía de la Universidad Popular, muy bien dirigida por Guillermo Ramírez Valenzuela. Si vuelven a presentarla, no se la pierda. Terminará aplaudiendo una crítica a los poderes mediático, económico y político. Por cierto, la sala teatral de la UP lleva el nombre de Manuel Galich desde 1987.
¿Qué nos han dado los cubanos? Casi nada. Solo ciencia, arte, literatura, buenos médicos, entrenadores olímpicos, académicos… Ah, y mal ejemplo socialista. Al menos, les dimos a Galich. Fundó en aquel país el Departamento de Teatro de la Casa de las Américas y la revista Conjunto, la más antigua viva del continente. Con motivo de su centenario, la actual directora de esa publicación, Vivian Martínez Tabares, coordinó este año con la actriz Mercedes Blanco un número escrito por guatemaltecas/os, dedicado a nuestro teatro. El número ya está en línea y será presentado, en papel, próximamente.
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