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Mandela y el Papa

O el arte de despolitizar lo político.

Mario Roberto Morales

Ahora resulta que –para la derecha biempensante– Nelson Mandela fue un manso pacifista inofensivo que libró su lucha contra el apartheid al estilo (no de Gandhi sino) de la Madre Teresa. Olvidan sus exégetas de ocasión que el encarcelamiento de más de un cuarto de siglo de este formidable luchador popular se debió a su adopción de la lucha armada como vía para la liberación de su pueblo y que, honrando su condición de dirigente político radical, adaptó sus tácticas de lucha a las condiciones concretas en que le tocó librar sus batallas. Por eso impulsó la vía violenta del cambio social cuando ésta era la única táctica efectiva, y no fue sino hasta cuando esta vía hizo inminente su liberación de la cárcel y las negociaciones para abolir el apartheid, que cambió la táctica de las armas por la de la reconciliación.

Ocultan asimismo los falsificadores de la historia que esta política fue concretada por Mandela cuando ya era Presidente, mediante una Comisión para la Verdad y la Reconciliación, la cual esclareció los crímenes de ambos bandos. También, que las condiciones materiales para que la reconciliación fuera posible en Sudáfrica fueron creadas por la exitosa guerra de Cuba en Angola. Y que por eso, desde la cárcel, Mandela dijo, sobre la victoria cubana de Cuito Cuanavale en 1988, que marcaba “el punto de inflexión para la liberación de nuestro continente, y de mi pueblo, del flagelo del apartheid.” En la Conferencia de Solidaridad Cubana-Sudafricana de 1995, rubricó: “Jamás olvidaremos este incomparable ejemplo de desinteresado internacionalismo.” Ojo, pues, con la frívola intentona de despolitizarlo.

La pretendida domesticación mediática de su legado responde a la necesidad del “pensamiento único” de dotarse artificialmente de una tradición moral –que no tiene– apropiándose del ejemplo de dirigentes que han trazado con su lucha la vía hacia la liberación de la humanidad del yugo que la mantiene en la ignorancia, la pobreza y la guerra: la lógica de ampliación de márgenes de lucro sin que importen los efectos del desarrollo material suicida. El intento “libertario” de adueñarse de Mandela como modelo de conducta pretende asimismo borrar de la memoria un hecho irrefutable: que el triunfo sobre el racismo del apartheid es un logro de la izquierda. No de la derecha.

A la misma pretensión derechista responden otras intentonas de domesticar el pensamiento crítico, como la de “excusar” al Papa Francisco de la inequívoca condena que hizo del neoliberalismo en su reciente Evangelii Gaudium, aduciendo que éste no es un documento político sino apostólico, como si lo apostólico no pudiera ser político. El Papa, al rechazar lo que llama “una economía de la exclusión”, dice que “algunos todavía defienden las teorías del ‘derrame’, que suponen que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.”

Quien tenga la desfachatez de afirmar que este no es un juicio político, también la tendrá para proponer a Mandela como un santón de iglesia. Por suerte, la Historia la hacen los pueblos y sus dirigentes. No las élites ni sus corifeos.

Mario Roberto Morales
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