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Los solitarios

Javier Payeras

Fue durante los primeros años de primaria cuando conocí a los solitarios. Aquellos compañeros de clase que sacaban su lonchera de metal y ocupaban la esquina de una banca con la intención de que ni siquiera su respiración se notara.

Recuerdo a un niño de facciones muy curiosas. Su cabeza era enorme y su cuerpo muy delgado. Tenía ojeras muy pronunciadas. Nunca hablaba, en realidad su parquedad era asfixiante. Sufría durante la clase de educación física, donde aquel maestro resentido no escatimaba su capacidad de burla para con el chico. Esteban resultaba siendo prácticamente el blanco de la crueldad de los maestros y de los alumnos.

Luego fueron sumándose más solitarios. Blanca, la niña religiosa que en cada recreo le sangraba la nariz. Franklin, quien era hijo de un abogado que mataron justo a mitad de año, algo que lo volvió ensimismado y pendenciero. Consuelo, la niña que vomitó a la mitad de la clase de Estudios Sociales. O, Crespo que una vez sacó unos gatitos recién nacidos y los llevó a la clase, para luego meterlos en la mochila e ir golpeándolos en cada poste de camino a su casa hasta matarlos.

Que recuerde, yo no era solitario, aunque bastante ensimismado. Siempre me he sentido más cerca de los “extraños” que de los “normales”; pero no recuerdo haber sido marginado o acosado. Me acercaba a mis compañeros más vulnerables y buscaba entablar conversación, a veces llegaba a buscarlos a sus casas para salir a caminar o a manejar bicicleta. Luego de tocar el timbre y entrar en sus vidas afuera del colegio descubría las razones de su soledad.

Muchos eran pequeños adultos. Sus padres los trataban con extrema rudeza. Esteban y su hermana mayor pasaban horas buscando a su papá, que casi siempre se quedaba dormido de borracho en las gradas de la abarrotería. Blanca vivía con su abuela enferma, sus papás se habían ido a Estados Unidos. A Franklin le tocaba ocuparse de sus tres hermanos cuando su mamá se iba a trabajar. Consuelo tenía leucemia. Y de Crespo, luego me enteré, era víctima de abuso por parte de su padrastro… Murió de forma trágica hace diez años.

Siempre me he sentido más cerca de los “extraños” que de los “normales”; pero no recuerdo haber sido marginado o acosado. Me acercaba a mis compañeros más vulnerables y buscaba entablar conversación, a veces llegaba a buscarlos a sus casas para salir a caminar o a manejar bicicleta.

Fuente: [http://soledadbrother.blogspot.mx/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Javier Payeras
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