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Los corruptos, según Jimmy y Jafeth

Ricardo Barrientos

A quienes todavía hoy ocupan la presidencia y la vicepresidencia de la república, el refrán popular «el león juzga por su condición» se les aplica de forma perfecta y exacta.

Es evidente que la persecución penal de la corrupción tiene a Jimmy Morales y a Jafeth Cabrera en un estado cercano al pánico, en contraste con añejos maestros de la corrupción sistemática e institucionalizada como Álvaro Arzú y Otto Pérez, entre muchos otros, quienes tras décadas de impunidad saben tener el temple de ocultar frente a las cámaras su miedo a la justicia o de callar para evitar el riesgo de decir estupideces.

Así, deviene lógico y hasta natural que Jimmy y Jafeth, corruptos de pacotilla, pobres diablos advenedizos, torpes y timoratos comparados con los corruptos estructurales forjados por décadas de saqueos impunes al Estado, ensucien sus pañales al ver que la justicia está alcanzando a grandes corruptos como Arzú y Pérez Molina. Si Arzú y Pérez Molina terminan de caer, como seguramente debe ocurrir, ¿cuáles son las esperanzas de sobrevivencia de Jimmy y Jafeth?

Esta situación es bien entendida por la camarilla de sus asesores, algunos de los cuales, ante la inminencia del desastre, ya abandonan la nave cual ratas. Otros, en cambio, desarrollan su apetito carroñero y ven en la desgracia de los hoy todavía gobernantes una oportunidad de oro para lucrar y perfeccionar sus artes de adulación servil y rastrera, como muestra del más descarnado oportunismo.

Evidencia de cuán preocupante es el caso de Jimmy y Jafeth son las declaraciones más recientes de ambos. El primero dijo: «Que se persiga el delito, pero que no se persigan personas. Porque la justicia es para perseguir los delitos, pero no a las personas». Y el segundo se atrevió a aseverar: «Yo creo que le tendrían que cerrar la visa a todos los guatemaltecos porque casi todos, hasta para sobornar a un policía que no les cobre una remisión, se ven actos de corrupción [sic]». Mucho le concedió la fiscal general Thelma Aldana al presidente al explicarle que en todo sistema jurídico funcional se persigue penalmente a los perpetradores de delitos y que, por naturaleza, el Ministerio Público debe acusar con base en pruebas y en lo que dice la ley, por lo que no podría acusar a alguien que no crea que es culpable. En fin, abundante vergüenza ajena causan Jimmy y Jafeth.

Por ello, hasta el más agresivo de los asesores mercenarios, esos oportunistas soldados de fortuna que todavía ven réditos al acercarse a un gobernante bufón, está preocupado por la forma en que Jimmy y Jafeth se han desatado a decir estupideces sin mesura y hacer del control de daños una tarea más difícil o hasta imposible. Pareciera que Jimmy y Jafeth están al borde del pánico, ya que empiezan a convencerse de que la cárcel es su destino inexorable, y por ello desconfían cada vez más de los consejos de sus asesores, quizá recomendados por los mismos caciques hoy tambaleándose, víctimas  de la Cicig y del Ministerio Público.

Quizá Jimmy y Jafeth tengan una salida: aprender del ejemplo de Salvador González, alias Eco, y de Juan Carlos Monzón; darse cuenta de que fueron un par de bufones, piezas sobre un tablero que otros han usado para beneficiarse, y de que ellos son los que pagarán arruinando sus vidas en la cárcel. Han demostrado que instruidos e inteligentes no son, pero quizá todavía les quede instinto de sobrevivencia, por lo que más les valdría renunciar a su inmunidad, entregarse a las autoridades y colaborar con las investigaciones diciendo la verdad, quién y a cambio de qué los usaron. A hoy, quizá sea su única y última salida digna.

Fuente: [https://www.plazapublica.com.gt/content/los-corruptos-segun-jimmy-y-jafeth]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

José Ricardo Barrientos Quezada
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