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Los caníbales

José Manuel Torres Funes

Hace poco acudí como periodista a una conferencia de un influyente estudio de arquitectos y urbanistas parisinos, eran tal como me los imaginaba: inteligentes, bien formados y con esa aura de abogados del diablo que adquieren los que conocen, viven y aceptan los grandes poderes de este mundo.

Presentaron una muestra de sus proyectos, interesantes, pero revestidos de un falso enfoque social que hipnotizó a un auditorio acrítico y complaciente. Dueños de una retórica bien afinada, justificaron sin caer en contradicciones groseras, esa forma de ambivalencia que consiste en aceptar y beneficiarse en la esfera pública o de negocios, de lo que se “reprueba” en el ámbito privado. Para decirlo de una manera más simple, se santiguan contra el islamismo radical, pero hablan con emoción de la intervención urbana billonaria que llevan a cabo en La Meca; bajo la misma lógica, condenan la desigualdad social, pero promueven las evicciones en los barrios pobres, o critican fuertemente la política clientelista de Europa del Este (sin ver con la misma acritud, obviamente, sus propios problemas), pero trabajan mano a mano con sus oligarcas petroleros.

Entre sus proyectos, hablaron de un proceso billonario que está transformando actualmente la ciudad de Tirana, en Albania, uno de los países más pobres y corruptos de Europa; viniendo de un país como Honduras, cuyos reflejos no son tan distintos a los de Albania, me intrigaba conocer más sobre los acuerdos entre la clase empresarial y política albanesa para emprender una modernización tan agresiva y cara en su ciudad. Concretamente, mi pregunta fue: ¿qué piensa el buró sobre las relaciones que existen entre el poder y los proyectos de gentrificación de una ciudad como Tirana, que es tan pobre, que no es una Hannover o una Bilbao?

Entre todas las preguntas (“muy interesantes” según los expositores), ampliamente respondidas, la mía quedó en deuda por “razones de tiempo”.

¿Por qué no me quisieron contestar? En primer lugar, porque los procesos de “renovación” urbana, a gran a escala, tal como los que maneja este buró, nunca son transparentes. Ocurren al margen de las sociedades, de hecho, se imponen sin el permiso de la ciudadanía, que, bajo su lógica, no debe conocer cómo opera realmente el poder. La otra razón es que ocultan la existencia de un canibalismo urbano, consciente, dispuesto a devorar el lado más humano de las ciudades en beneficio de estructuras hechas a la medida de intereses económicos. No hay que olvidar que el poder es un secreto bien preservado. Los estudios están conscientes de ello y son co-responsables, con los dueños de los recursos económicos, de transiciones sociales y civilizatorias inducidas por la voracidad del capital.

Las ciudades y conglomeraciones urbanas se convirtieron (en todo el mundo), más particularmente a partir de los años 50 del siglo pasado, en espacios de explotación y colonización, en la misma medida que lo han sido las minas, las reservas de petróleo, de gas, de agua, los bosques, etcétera. La perpetuación de las revoluciones industriales sigue teniendo su sede en los polos urbanos, viejos y nuevos. Las ciudades, por muy modernas y avanzadas que ya sean, siempre son un diamante en bruto. Basta ver cómo cambió una ciudad como Londres o Panamá en los últimos 20 años. En estos procesos, la entrada que abre el apetito al plato principal, es la gentrificación, que significa, de manera simplificada, el aburguesamiento paulatino de barrios o zonas habitadas por las clases populares y que implica la deslocalización de sus antiguos residentes para que otros con más recursos económicos vivan ahí. El plato principal del caníbal es la gente, que indistintamente de su condición social es conducida hacia un consumo desenfrenado. Consumidores de autos, de ropa, de bienes, de tecnología, de ilusiones, de personas… Por supuesto que existen iniciativas urbanas y proyectos de intervención que no obedecen a esta lógica, pero suelen ser marginales y sin un impacto a gran escala. Y al final, el postre y las migas, es ese lugar “recuperado” donde se evacua el ideal, siempre minimizado o postergado, de democratización del espacio.

JoseManuelTorresFunes

Todo, tarde o temprano puede ser apetecible, desde las “favelas” del tercer mundo, hasta esos barrios periféricos del primer mundo, que, por cierto, los grandes burós de arquitectura y urbanismo, llaman, con un cierto placer de vencedores, “mastodontes” de estética soviética.

…Los caníbales son un tema literario riquísimo, o más ampliamente, el canibalismo…

Tomado de Escribir la vida

José Manuel Torres Funes