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Los cabales y el imperio

Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com

A raíz del discurso del Nuncio Apostólico, Nicolas Thevenin, hace casi una semana, se desató una tormenta mediática en torno a la injerencia extranjera en los asuntos internos de Guatemala y se escucharon voces, algunas altisonantes, en defensa de la soberanía nacional.

Si algo positivo puede dejar este asunto es que se hable de él abiertamente. Lo mismo ocurría, no hace más de un año, con la corrupción gubernamental del binomio Otto Pérez Molina-Roxana Baldetti: en corrillos se señalaba hacia los más altos cargos del Ejecutivo, se contaban anécdotas sobre su descaro y su cinismo, pero hasta allí. Hasta que actuaron la Cicig y el comisionado Iván Velásquez, el Ministerio Público y la Fiscal General, Thelma Aldana.

El 16 de abril de 2015, cuando se destapó La Línea, solamente los encartados, sus cómplices y sus jefes, lamentaron la injerencia extranjera. Y en los momentos cúspide de la conmoción política y de la movilización social, los más exaltados pedían la elevación de Velásquez a los altares celestiales. Apenas quedó como un mal sabor de boca, un mal recuerdo de aquellas semanas intensas, la imagen de Todd Robinson literalmente sosteniendo a Pérez Molina, poco antes de su caída.

“Es el caso de hablar”, no de su regreso (con perdón de Miguel Ángel Asturias por usar el título de su poema), porque nunca se ha ido: es un signo constante de nuestra historia republicana. Me refiero, claro está, a la injerencia imperial, cuyos fundamentos económicos y geopolíticos, fases, alcances y formas ofrecen abundante material para trabajos historiográficos, que esperan aún a las y los investigadores académicos que acometan la necesaria tarea de realizarlos.

“El nuncio Thevenin, para que negarlo, puso el dedo donde duele. Pero las cuentas por los reiterados atropellos a la soberanía nacional hay que pedirlas, en primer lugar, a élites económicas y políticas de vocación malinchista, que a lo largo de la historia se han beneficiado de la protección geopolítica del big brother”, editorializó a este respecto Siglo.21, el sábado 12 de marzo.

Es, precisamente, en las “élites económicas y políticas de vocación malinchista”, donde nacen los novedosos pataleos contra Robinson, el Departamento de Estado y el mismísimo presidente Barack Obama.

En los albores de la vida independiente, La Familia, alentó el plan pacífico de secesión, se alió tácticamente con los liberales de primera generación y cuando el asunto se le escapaba de las manos, buscó la anexión al efímero imperio de Iturbide.

Hoy, Los Cabales (herederos históricos de La Familia) están molestos porque los correctivos que quiere aplicar el imperio en el Triángulo Norte de Centroamérica, se los lleva entre las piernas. Es ansiedad o temor por el cambio, dice Juan Luis Font (Contrapoder, 11/03/2016).

Para algunos, creo, es más que eso. Acaso temor al calamaco. Pero para Los Cabales, es la resistencia a dejar de manejar Guatemala como su finca y a que, por fin, lleguemos a ser República.

Es, precisamente, en las “élites económicas y políticas de vocación malinchista”, donde nacen los novedosos pataleos contra Robinson, el Departamento de Estado y el mismísimo presidente Barack Obama.

Fuente: Siglo21 [www.siglo21.com.gt]

 

Edgar Celada Q.
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