Si es cierto que “los buenos son más”, los presidios no se darán abasto para albergar a tanto “hombre de bien”.
La ciudadanía ya se había acostumbrado a que sólo los políticos clasemedieros y muertos de hambre se fueran a la cárcel por corruptos. Por eso es que resulta tan estimulante el giro simbólico que las imágenes mediáticas han dado al consignar a “los buenos” desfilando hacia las bartolinas en donde se alojan los ladrones, los asesinos, los contrabandistas y otros especímenes de la pestilente resaca que produce el denso oleaje de un régimen oligárquico que se esfuerza en impedir la modernización del capitalismo.
Si es cierto, como afirmaba uno de estos bondadosos delincuentes, que “los buenos somos más”, los presidios no se darán abasto en el futuro inmediato para alojar a tanta “gente decente”, a tanto “hombre de bien”, a tanto “caballero bien nacido” que nos bendice generando empleos de salario mínimo para mantener a flote a una fuerza de trabajo a la que se le impide calificarse, practicando el mercantilismo, el monopolismo y la especulación financiera, y también impulsando la “economía informal” del delito organizado y el narcotráfico.
Las añejas razones que en nombre de Dios, la patria y la libertad hacen los oligarcas echando mano de ideologías antañonas y suspirantes nostalgias dictatoriales, ya no convencen a ese populacho que agradece cualquier obra pública aunque ella implique enriquecimiento ilícito y exprese mínimo deber burocrático. El populacho ya sabe que el dios oligárquico es fariseo y que tiene un látigo en una mano, un M16 en la otra y una ramita de café (como la del escudo nacional) en los dientes. Que la patria del criollo es una finca azucarera en la que los peones están sometidos a trabajos forzados y sus hijas a derechos de prima nocte. Y que la libertad neoliberal es un privilegio comprado por hombres de a caballo y administrado por roscas empresariales de siervos de cuello blanco.
La mano dura y el cerebro blando de la ideología dictatorial se funden en el camino retomado por el fascismo vernáculo y la violencia organizada, para culminar en la limpieza social y en una paz de sepulcro que asegure la explotación de la Franja Transversal del Norte, de su minería, su petróleo, su palma africana y su caña de azúcar. Es decir, la explotación irracional del suelo que sustenta lo que habrá ser una nación en la que todos estemos incluidos en el empleo, el salario y el consumo, cuando el capitalismo deje de ser oligárquico y se base en la igualdad de oportunidades, la igualdad ante la ley y la libre competencia.
Los valores oligárquicos entraron en crisis con el desenmascaramiento de la élite económica como una mafia que aplica su iniciativa empresarial a la “economía informal” del delito organizado, el contrabando, el narcotráfico, la limpieza social y ¿la trata de personas? ¿Por qué no, si para la lógica empresarial y la ética del lucro la persona humana es una mercancía más?
El hecho de que “lo buenos” se desenmascaren como delincuentes resulta una gran lección de realismo político para el pueblo, a fin de que no se trague ya las patrañas que los mercadólogos y publicistas de la imagen candidateable inventan, disfrazando a ignorantes e ineptos de sesudos prohombres y héroes de una patria y una libertad para minorías, la cual es bendecida por un dios alcahuete al que le basta un falso acto de contrición para limpiar de todo pecado mortal el corazón de cualquier asesino.
¡Aprovechemos la crisis de la oligarquía y forjemos una unidad de pequeños y medianos empresarios que lideren un proyecto político antioligárquico y democrático!
Autor: Mario Roberto Morales.
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