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Lo que le debemos a Asturias (II)

Miguel Ángel es más conocido en lugares recónditos que en su propio suelo.

Marcela Gereda

Desde esta misma butaca, la semana pasada, hablábamos de lo imprescindible que debe ser para Guatemala colocar a Miguel Ángel Asturias en el corazón de nuestra identidad.

Decíamos que lo que le debemos a Asturias es nada más y nada menos que el conocimiento y reconocimiento de su obra, es decir, la prosa de la que se desprende la imagen que el espejo nos devuelve como el pueblo de raíces indígenas que somos; el barro del que estamos hechos, la radiografía existencial de la condición de mestizos que nos habita y que no hemos logrado asumir ni nombrar.

Entre todo aquello que no logré abordar en la columna de la semana pasada, aquellos elementos fundamentales y fundacionales que como chapines le debemos a Miguel Ángel Asturias, está el hecho de haberse construido y haberse ubicado como el más universal de los guatemaltecos.

Y esto de ser el más universal de los chapines no solo pasa porque su obra se ha traducido a más de 20 idiomas (inglés, francés, alemán, sueco, italiano, portugués, ruso, etcétera), sino por el hecho de ser leído por diversas formas culturales y concepciones de la vida y del tiempo. Se convierte en un referente de lo que somos los guatemaltecos en el imaginario y de las formas lejanas de ser como podría ser un ucraniano o un alemán

Es curioso, pero Miguel Ángel es más conocido en los lugares más recónditos que en el propio suelo que lo vio nacer y del que trata toda su obra. Claro, nadie es profeta en su tierra, pero si tuviésemos un pelito de honestidad, seríamos capaces de darle a nuestro gran Nobel –el más universal de todos nosotros– el lugar que corresponde para los inmortales: el corazón del pueblo chapín.

Es curioso, pero Miguel Ángel es más conocido en los lugares más recónditos que en el propio suelo que lo vio nacer y del que trata toda su obra.

Leyendas de Guatemala de Asturias, es “La primera gran contribución antropológica a la literatura española de América”. Podría ser esta la obra que todos sin excepción podríamos conocer, el lugar desde el cual nos construimos y al cual siempre poder volver para seguirnos descubriendo.

El diario español El País señaló en un artículo, Guatemala “olvida” a Miguel Ángel Asturias que en el 40 aniversario de su muerte, el país “casi lo ha olvidado” y solo tiene silencio para él. Ahora que se cumplirán los 50 años de su Nobel, la situación no ha cambiado en nada. Y entonces uno se pregunta: ¿por qué tanta apatía hacia lo más lúcido y brillante que ha producido esta tierra azul y profética?

Valorar y enaltecer nuestro pasado precolombino y ponerlo en forma de un sueño tropical no es poca cosa. Exaltar la cultura maya en un formato misterioso que recupera nuestras raíces indígenas es algo que podríamos apropiarnos y colocar como elemento fundacional de nuestra propia identidad.

Asturias podría ser para nosotros ese lugar de ensueño que nos ayuda abrazar esa compleja materia que nos constituye.

Dadas las condiciones históricas, económicas y socio-políticas del país, pretender que no haya polarización sobre el debate de lo que somos, es imposible pues siempre nos hemos construido como grupos antagónicos. Pero ahí en Asturias, está acaso la clave o llave perdida de lo que somos como culturas sobrepuestas y yuxtapuestas.

Todos los hombres somos relaciones sociales, productos históricos, hijos de un lugar y de un tiempo concreto, y de un contexto económico y familiar que construyó nuestra perspectiva –y nuestras ojeras– sobre el mundo, y es a esa complejidad cultural a la que Asturias da forma con sus metáforas perfectas y su prosa mágica.

¿Cuándo al Ministerio de Cultura se le podría ocurrir publicar Leyendas de Guatemala a un precio accesible para toda la población? ¿Qué tan fuera de la realidad podría estar que desde este mismo Ministerio se dieran a la tarea de capacitar maestros para la enseñanza de Leyendas de Guatemala?

Hace falta que el Estado imprima libros y abra bibliotecas, y que recoja la extraordinaria producción literaria que recoge la voz de Asturias, para ayudar a cohesionarnos como pueblo en un sentido común de pertenencia.

El desconocimiento que hay de la obra de Asturias nos recuerda que aquí además de llenar estómagos, hace falta llenar la autoestima y el alma del pueblo. Y que el problema de esta locura llamada Guatemala viene dado por la construcción de su cultura. Nuestra poca fe en nosotros mismos. Nuestra leve valoración de lo que somos y hemos sido. Pero ahí sigue Asturias haciendo para siempre un lugar de ensueño nuestro conflictivo, amalgamado y fascinante mestizaje.

El desconocimiento que hay de la obra de Asturias nos recuerda que aquí además de llenar estómagos, hace falta llenar la autoestima y el alma del pueblo.

Fuente: [http://elperiodico.com.gt/2016/05/09/opinion/lo-que-le-debemos-a-asturias-ii/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Marcela Gereda
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