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Las pistas de los huesos sangrantes

Jaime Barrios

Los crímenes de lesa humanidad no prescriben ni están de ninguna manera contemplados en los Acuerdos de Paz. En el llamado Diario Militar aparecen los nombres de Amancio Samuel Villatoro y Sergio Linares Morales. Los huesos de ambos fueron encontrados en una tumba común e identificados por medio de pruebas de ADN.

Los huesos siguen apareciendo en Guatemala. Cementerios clandestinos por doquier que demuestran la brutalidad de los métodos usados por el Ejército guatemalteco durante los años del conflicto armado: miles de ciudadanos ejecutados y enterrados en fosas comunes.

Los huesos dejan las pistas sangrientas de las barbaridades cometidas. Nunca esperaron los victimarios que esos miles de huesos algún día serían encontrados, examinados y sometidos a pruebas científicas. No son héroes los autores de estos crímenes horrendos, se trata de asesinos en serie. Violaciones de lesa humanidad cometidas por individuos sumamente cobardes y sicópatas.

La impunidad está comenzando a terminar. Se trata aquí de los verdaderos héroes de la Guatemala de ahora: los valientes fiscales y jueces acompañados por el MP. Dudar del sistema judicial, de los abogados que en todas las dependencias trabajan por rendir frutos y aportar a que se haga justicia es inmoral e irresponsable.

Los huesos del caso Sepur Zarco pidieron a gritos justicia. El MP llevó varias decenas de cajas de cartón y las puso en el piso de la sala donde se llevaba a cabo el juicio. Ahí estaban las osamentas de 50 campesinos indígenas vilmente asesinados después de haber sido torturados. Fueron amarrados y después del tiro de gracia en la nuca o en el cráneo, tirados a un pozo del destacamento Las Tinajas cerca de Sepur Zarco. Son los restos mortales de los esposos, hermanos y padres de las mujeres que estaban sentadas en la sala, víctimas de violaciones y esclavismo en la base militar. Los jueces encontraron culpables a los militares juzgados.

Quinientas cincuenta y ocho osamentas encontradas en la antigua base militar de Cobán constituyen un testimonio horripilante de crímenes de lesa humanidad cometidos ahí. ¿Cómo fue eso posible? Este hallazgo conocido ahora como Creompaz, son personas desaparecidas y secuestradas en otros lugares, de las cuales han sido identificadas más de 90. En este caso se contabilizan casi 100 niños y una buena cantidad de mujeres y algunos ancianos. La inmensa mayoría de víctimas son indígenas. A uno de los antiguos comandantes militares de esa macabra base lo salvó la campana de la muerte natural, falleciendo una semana antes del arresto de los exjefes del Ejército.

El mensaje es histórico y nítido: este tipo de crímenes no está permitido y no puede ser cubiertos por la impunidad. Ha sido una investigación minuciosa y profesional de los fiscales que merece reconocimiento por su valiente profesionalismo.

Desde luego que a los acusados se les debe conceder la presunción de inocencia. Ya estamos lejos de los Tribunales de Fuero Especial del general Ríos Montt y de las desapariciones forzadas.

Quinientas cincuenta y ocho osamentas encontradas en la antigua base militar de Cobán constituyen un testimonio horripilante de lesa humanidad cometidos ahí.

Los huesos siguen apareciendo en Guatemala. Cementerios clandestinos por doquier que demuestran la brutalidad de los métodos usados por el Ejército guatemalteco durante los años del conflicto armado: miles de ciudadanos ejecutados y enterrados en fosas comunes.

Fuente: [http://www.s21.gt/2016/05/las-pistas-los-huesos-sangrantes/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Jaime Barrios Carrillo
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