La victoria de las opresiones y los miedos
Desde entonces el mundo no deja de analizar la ascesión de Trump.
María Aguilar
El pasado 8 de noviembre los estadounidenses convirtieron su ansiedad y frustración sobre la cambiante composición racial del país, la economía y las crecientes olas migratorias, en votos que llevaron a Donald J. Trump, un hombre explícitamente racista, misógino, irracional, explosivo e ignorante de los procesos políticos o la diplomacia, a la presidencia del país más poderoso del mundo.
Desde entonces el mundo no deja de analizar la ascensión y victoria de Trump. Esto va desde explicaciones del fracaso de la globalización y el neoliberalismo –algunos utilizando un lenguaje que expresa la misma arrogancia que no permitió ver que Trump tenía probabilidades de ganar– hasta lecturas que señalan que la victoria de Trump es producto lógico de una sociedad que se ve “traicionada” al no recibir los “beneficios de los privilegios históricos” a los que creen tener derecho.
Cualquiera que sea el análisis, esta elección es imposible de entender si no se toma en cuenta el racismo estructural que nunca desapareció en Estados Unidos. Los resultados electorales demostraron cómo el odio y el miedo racial son capaces de prevalecer sobre procesos democráticos y políticos.
Bajo la consigna de “Volvamos a América grande de nuevo”, Donald Trump apeló a una nostalgia de la blancura, la clase y el nacionalismo. Hacer América grande de nuevo significa reblanquearla. Fue así que muchos estadounidenses, desde el privilegio que la blancura les otorga, prefirieron exteriorizar sus frustraciones y miedos culpando a las minorías, migrantes y refugiados, de la crisis económica. Es ese el mismo privilegio de sectores que durante la campaña se escandalizaron más por los funestos comentarios de Trump sobre las mujeres, que por su discurso sobre los migrantes. Es basado en ese privilegio lo que hoy le permite a un gran sector decir que, Trump merece el beneficio de la duda.
Más allá de la promesa de deportar millones de inmigrantes, construir un muro o crear un sistema que registre a ciudadanos étnicos indeseables, aún falta ver la manera en la que la supremacía blanca de la nueva administración afecte la política exterior y se traduzca en cambios locales que afectarán a nuestro país y al mundo entero.
Fuente: [www.elperiodico.com.gt]
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