Ayúdanos a compartir

No quería dejar de escribir algunas líneas, lejas de lo pretencioso con lo que algunos amigos dueños del elogio y garantes del reduccionismo teórico se han visto arraigados.

Nunca como ahora la universidad se muestra en los pórticos del desdén y la descompostura, el bullicio donde congrega el «criptogobierno» que Bobbio pensaba. La universidad que nace misteriosamente en los grandes coliseos ateneos, es el espíritu donde guardan los hombres de ciencia, el espíritu práctico y pragmático, la alta cultura.

El arquetipo práctico de la universidad ha sido siempre el de la alta cultura, el desarrollo técnico y humanístico, pero esa construcción partía de la civilización europea con las grandes universidades emancipadas al constructo latinoamericano (con la conquista). Con los grandes pensadores de la filosofía clásica y los modernos, la civilización más culta quedó relegada a la investigación, propia de las grandes universidades; y otras, como las más, cultivaron su preferencia social, porque se pensaba que la universidad debía mantener un enfoque practico, en el que la vida política se escindiera con la ciencia y la ética moralista aplicada por los intelectuales que producía. El descrédito en que caía la universidad por mostrarse sensible ante los problemas sociales producía en la población el rubor silencioso, el estorbo al confeccionamiento de las calidades científicas. Aunque por mucho tiempo la «intelección», de unos pocos, se mostraba paria ante la organización civil que los grandes maestros de la filosofía política produjeron con nociones del «contrato social» (de Hobbes y de Spinoza, de Rousseau y de Kant, de Tocqueville y Bobbio), la emancipación de los conocimientos en los centros universitarios siempre fueron concentraciones de fuerza civil, uniendo los esfuerzos científicos y prácticos, porque era la praxis de los intelectuales que distinguía su conocimiento más exacto de la política y sin temor del discurso ramplón y pomposo adquirían las efectivas garantías de libertad.

Ahora, el recurso de la intelección y la unión práctica es una muestra que el nuevo contractualismo social persiste en el intento de lograr el ansiado «bien común». Los estudiantes que ahora exigen los derechos que se les ha negado y cuestionan la vida política de la nación son aquellos prácticos, aquellos que buscan establecer un orden de cosas, sin que ese orden se altere por el servilismo de muchos intelectuales que en el siglo XX fueron arraigados al gobierno y en defensa del poder favorable a su crecimiento.

*

Los estudiantes han tomado la Universidad de San Carlos de Guatemala. Se habla de la propiedad privada en el debate secular como una mera forma de unión con los pórticos científico-sociales, es un lugar común tal planteamiento, desde hace mucho se habla de esa unión público-privado; hay propuestas expuestas por algún traslúcido que vertebran el adormecimiento, no alienta sino destruye. No podemos pensar a la universidad desde el lacanianismo, porque tal análisis es resorte de lo ampuloso y rampante o del sesgo reduccionista. Se necesita afirmaciones y acciones que surtan sus efectos lo más pronto, para que la universidad sea siempre ese refugio de talentos y que cuando se requiera estén aquellos estudiantes (ciudadanos) haciendo democracia participativa, desde aquella percepción activa que John Stuart Mill planteara. Hay que transgredir el status quo; la trasgresión, cuando es ética y moral, juzga las condiciones sociales. Hoy los prácticos demuestran la universalidad de los actos y que se juzga cuanto se hace al revés.

…la emancipación de los conocimientos en los centros universitarios siempre fueron concentraciones de fuerza civil, uniendo los esfuerzos científicos y prácticos…

Santos Barrientos
Últimas entradas de Santos Barrientos (ver todo)