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La tercera vía

Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com

Guatemala entró estos días en una especie de remanso político, un transcurrir lento de las aguas, comprensible y hasta necesario después de la turbulencia vivida entre abril y agosto que condujo, nada menos, que a la caída incruenta de un gobierno y establecimiento, ya en septiembre, de un gobierno provisional que no termina (ni terminará) de despegar.

Como todos sabemos, hacia el final de la turbulencia política, casi como epílogo, se produjeron las elecciones generales del 6 de septiembre. Precisamente, como efecto de aquella turbulencia, los comicios arrojaron resultados inimaginables seis meses antes.

Por eso estamos convocados, el 25 de octubre, a una votación de segunda vuelta en la cual deberá decidirse entre una candidata y un candidato a quienes, también seis meses atrás, muy pocos imaginaban disputando la presidencia de la República.

La resaca, goma moral o cruda, como quiera llamarle, de aquellas semanas todavía recientes en las que tuvimos inyecciones constantes de adrenalina política, se traduce para muchos en desconsuelo, desánimo, ante el menú cerrado de opciones: un candidato y una candidata que no convencen, con propuestas escritas, básicamente, sobre una partitura sistémica predefinida, preautorizada, por el status quo.

Variaciones sobre un mismo tema musical: la música de una “democracia” electoral fracasada, intacta e incapaz de propiciar el efectivo cumplimiento de la promesa constitucional de la preeminencia del bien común.

Opciones que, ni por asomo, cuestionan el “modelo” económico y social que condena a millones de guatemaltecas y guatemaltecos al hambre, la desnutrición, los salarios diferenciados de hecho, el empleo precario, la emigración forzada y la depredación ambiental.

Nada de eso está en juego, ni siquiera en un debate inexistente: porque el “remanso”, además, tiene que ver con esa vuelta a las andadas de unas campañas insulsas, clientelares, de arreglos y patadas bajo la mesa, todo en un marco de “corrección política” calculada para no incurrir en despropósitos verbales (como el ocurrente anacronismo de “recuperar” Belice), que no dé ventajas al oponente en esa moneda al aire que será la votación del 25 de octubre.
“Ni con melón, ni con sandía”, dirán los más escépticos críticos del sistema. “Pero no es lo mismo Chana que Juana”, responderán con verdad quienes alientan a votar por la menos peor.

Pero se trata, dijimos hace una semana en este espacio, de un falso callejón sin salida. Hay una tercera vía (nada que ver, por cierto, con la añeja idea de Anthony Giddens dirigida a revitalizar a la socialdemocracia euro occidental: la que postulamos aquí es totalmente doméstica y relativa a Guatemala en 2015-2016).

Una tercera vía que, sin asumir una postura nihilista frente a lo electoral, parta de la comprensión de que la crisis es de tal profundidad que no se resolverá con la elección y el establecimiento de un nuevo gobierno.

No solamente porque la y el candidato no están haciendo la lectura correcta de la naturaleza de la crisis, sino porque el sistema en su conjunto se va con la finta de que el problema es la corrupción, y que basta con haber depuesto al gobierno corrupto y entablar proceso judicial contra quienes lo encabezaban.

No van a las causas estructurales e históricas de la corrupción. Olvidan, por ejemplo, que en 1993 el país vivió también la deposición incruenta de un gobierno acusado de corrupto, y a lo largo de 23 años tuvimos una serie de gobiernos con las mismas mañas, corregidas y aumentadas, hasta llegar a los extremos conocidos en el régimen de Otto Pérez Molina y Roxana Baldetti.

Los problemas de fondo, vale repetir, se soslayan y quien gane la presidencia puede hacer la diferencia entre agravar o administrar, sin resolver, la crisis.

Así, la tercera vía consiste en consolidar y fortalecer los espacios de convergencia social, sistematizar la experiencia de cinco meses de luchas, traducirla en más y mejor organización, en propuestas creativas y viables que permitan avanzar hacia una democracia profunda.

La tercera vía es organizarse, prepararse, unirse, sin vanguardismos sectarios, para cuando el futuro nos alcance de nuevo. De verdad, esto apenas empieza.

Así, la tercera vía consiste en consolidar y fortalecer los espacios de convergencia social, sistematizar la experiencia de cinco meses de luchas, traducirla en más y mejor organización, en propuestas creativas y viables que permitan avanzar hacia una democracia profunda.

Edgar Celada Q.
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