La república de los monos
Fabulita sobre cómo se escribe la historia oficial en la espesura de la selva.
Mario Roberto Morales
En un claro del bosque, los animales deliberaban sobre qué hacer ante la corrupción de las gobernantes hienas. Un mico millonario dijo de pronto: “¡Mandemos traer al Vicepresidente de los monos rubios para que nos oriente!” Y todos aplaudieron. Cuando llegó el dorado simio, Vicepresidente de Monorrubia, las gobernantes hienas corruptas lo rodearon para agasajarlo, pero él —impertérrito— les dijo que su gobierno no quería que llegaran más micos prietos a su país y que para eso les ofrecía a las hienas un Plan para la Contención Próspera de Ilegales (PCPI), el cual sería financiado por Monorrubia. Eso sí —siempre tiene que haber un “pero”, pensó el corrupto Presidente de la República de Monoprieta—, primero se tenían que largar del Estado los corruptos impresentables, para que el financiamiento del PCPI quedara en manos de pillos decentes y de buen ver, los cuales además debían saber hablar en público sin esas incoherencias e interjecciones que rayan en la tartamudez y a las que son tan aficionados —concluyó el Vicepresidente— los micos de estas selvas.
La cláusula restrictiva del PCPI le resultó ofensiva al corrupto gobierno de las hienas, así que se negaron a acatar el Plan alegando libertad, soberanía y otros cuentos de hadas. Ante esto, los simios rubios hicieron público un caso de corrupción de las hienas gobernantes, a lo cual le hicieron coro —desde varios discretos call-centers— alegres parvadas de guacamayas cibernéticas al servicio de los monos millonarios, y convocaron a la monada de las ciudades a indignarse contra las hienas. Los monos indignados salieron a la calle pero el Presidente no renunciaba porque tenía órdenes de aguantar hasta que hubiera un sustituto suyo que implementara el PCPI sin chistar. Cuando el sustituto estuvo listo, el Presidente de Monoprieta renunció bajo la debida autorización, y ahora él y sus secuaces están en la cárcel, pero saldrán pronto. Los medios masivos del mainstream internacional celebraron que “una revolución ciudadana” hubiera derrocado a un presidente corrupto. Y algunos de los movilizados se creyeron la versión, coincidiendo en esto con la Organización de Naciones Unidas de Monos de Todos los Colores (ONUMOC), con la Organización de Estados de Monos Americanos (OEMA), con el Comité de Monos Millonarios Locales (CMML) y con las ONG y CNN; es decir, con lo mejor de la progresía simiesca local y global. Después, se acabó la convocatoria y también la rebelión.
Una “versión perversa” de los hechos dice que la indignación de los monos movilizados fue estimulada artificialmente por los mencionados equipos de guacamayas mercenarias que manipularon la noble sensibilidad del instante por medio de “opiniones sugestivas” en las redes sociales, las cuales cesaron abruptamente cuando los monos millonarios tuvieron listo al sustituto del Presidente corrupto para que ganara unas elecciones amañadas. Y para lanzar a su candidato montaron una campaña parecida a la usada en la movilización de los fogosos simios indignados. Quienes no aceptan la manipulación acusan a quienes la lamentan de no entender cómo funcionan las redes sociales. Y ahí muere el debate.
Hoy, los historiadores oficiales de la República de Monoprieta están redactando la versión heroica de los hechos en una Breve Historia de la Revolución Ciudadana de los Monos Indignados, cuyo contenido servirá para escribir el guión de la próxima entrega de El planeta de los simios.
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