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La política del revés

Santos Barrientos
santosbarrientos3@gmail.com

Incorregible, pernicioso, fantoche. Son formas, son expresiones; se escinden en el individuo, caracterizado por su corruptible sagacidad de ser Presidente (hablo del actual Señor Presidente). Un humano —si se le puede llamar así— distinguido por las palabrerías de ilusiones. Mediatización sonora de un mecanismo ciego. Ser deleznable. —Y, si se me permite, agreguemos—: los periódicos (¿en el ahora, en el ayer, en el futuro?) se reconcilian con el capital intraoligárquico y siguen el juego de la geopolítica.

Volvamos a lo dicho. A la intransigencia política se opone la intransigencia jurídica: ambas fielmente contradictorias en sus presupuestos. Los sueños se desaparecen en la Política del revés. Se reverdece la oportunidad de no ser y se marchita la conciencia (si aún existe). Es un sentimiento que yace en los rincones de una política que intenta resurgir de los más. De esos que han sido marginados.

Existe, en el aura guatemalteca, un intento de vivificarse, a pesar de las contradicciones que han envuelto a la sociedad y, por si fuera poco, en ese diminuto espacio de la historia en donde se han perdido (que no es tan diminuto cuando se piensa en esos conflictos de dónde surge). Pero ese intento de resurgir, o vivificarse, se ve en conflicto con los intereses de la intraoligárquica —ya el Dr. Mario Roberto Morales lo ha expuesto, casi o siempre, en el Periódico— que busca establecerse con más fuerza.

La Política del revés es ahora de contradicción —o, quizá de la mentira. Se piensa como un ser individual y se desarticula eso mismo que se piensa. Desde ahora, el silencio recobrará con la palabra. Los deshonestos serán honestos. Los mentirosos dirán verdades: La Política del revés empieza a establecerse.

Pero, entremos al asunto en concreto. Estamos «en la era democrática» —otra contradicción más—, si, Democracia bajo palabra (por parafrasear a Octavio Paz). Democracia que no lo es cuando comprendemos que se sigue manejando el poder, principalmente, por el capital geopolítico, intraoligárquico y el Ejército de Guatemala. Cuando se le afirmaba al Sociólogo Edelberto Torres Rivas que Costa Rica era un país democrático por disolver al Ejército, él respondía que “Costa Rica ya era un país democrático, por eso disolvió al Ejército”.

Entonces, la situación es compleja, ¿establecemos una organización capaz de arremeter en todos, o en la mayoría, de los espacios de los Organismos del Estado en conjunto con sus instituciones interestatales, con una agenda social-pública dispuesta a interceder —llamémoslo así— por las periferias olvidadas, o nos quedamos observando cómo nos aplastan, de forma animalesca, con sus “quehaceres sociales”? Hace falta el compromiso por el sector académico, que muchas veces se ha quedado arraigado a su escritorio. Hace falta la persistencia social-campesina-obrera. Urge el desempolvo de las armas: las ideas. Y, esa manifestación de voluntad por un hacer-hacerse colectivamente.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Santos Barrientos
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