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La letra «U»

Diversión casi teológica sobre la ubicuidad, la unción, el uso y las urracas.

Mario Roberto Morales

En la letra “U” de su célebre Diccionario del diablo, el escritor estadunidense Ambrose Bierce define Ubicuidad como el “Don o poder de estar en todas partes en un momento dado, pero no en todas partes en todos los momentos, ya que esto es omnipresencia, atributo que sólo pertenece a Dios y al éter lumínico”. Y explica que por esta confusión corrió mucha sangre en la Edad Media, pues quienes querían que el cuerpo de Cristo estuviera en todos lados eran contradichos por los que aseguraban que sólo estaba presente en la eucaristía, aunque, como también apunta Bierce, “este sacramento puede ser administrado simultáneamente en muchos lugares”. He aquí uno de los tantos galimatías cuya “solución” sirvió a los padres de la Iglesia para afianzar su poder sobre las masas ignorantes, gracias a que sustituyeron la filosofía por la teología. Es decir, el pensamiento crítico por el seguidismo dogmático. Y no es que las masas hayan sido críticas antes, sino que antes sí había una élite que pensaba con criticidad.

Claro que los padres de la Iglesia no sólo ungieron a los reyes legitimándolos “por voluntad de Dios”, sino que decidieron quiénes eran o no los ungidos. De aquí que nuestro lexicógrafo defina Unción como el “Acto de aceitar o engrasar” (metáfora en inglés para adular y sobornar). Y Ungir como “Engrasar a un rey u otro gran funcionario que ya de por sí es bastante resbaloso. Los soberanos son ungidos por los sacerdotes —del mismo modo que se engrasa bien a los cerdos— para conducir al populacho”. Por eso es que cerdos y populacho ejercen y padecen el poder de las élites económicas. Poder que antes acaparaban cebones elitistas y que hoy administran porcinos siervos presidenciales que gobiernan para los oligopolios.

Consejo sano: cuando entre cerdos y populacho te veas, piensa y habla por ti mismo, y si en eso te va la vida, pues habrá sido una vida útil. Porque venir al mundo para ser urraca entre loros no equivale a hacer la voluntad de Dios para con sus criaturas, a las cuales, dicen los entendidos, forjó a su imagen y semejanza. Olvidémonos de la imagen y centrémonos en la semejanza, ya que ésta implica (otra vez según los entendidos) pensar con libertad, sentir con solidaridad, actuar con creatividad y amar al prójimo como a uno mismo y como nos amó quien por amor nos hizo creados. Las urracas, como se sabe, son unas ruidosas criaturillas del bosque muy amigas de lo ajeno. Lo dice Bierce al definir Urraca como “Ave cuya inclinación al robo ha sugerido a algunos la posibilidad de enseñarle a hablar”. Y que conste que Bierce no conoció a ninguna cultora de belleza (metida a política) que no sabe lo que dice porque lo suyo no es el discurso sino el recurso… de Dimas y Gestas.

La mantención forzada de las tradiciones conservadoras les permite a las élites preservar este (des)orden cultural. Quizá por eso Bierce defina Uso como la “Primera persona de la Trinidad literaria. La Segunda y la Tercera son la Costumbre y la Convención. Un escritor industrioso, imbuido de un saludable respeto por esta Santa Triada, puede producir libros que perduren tanto como la moda”. Si no, que lo digan las damiselas y los militares que publican sus memorias luego de salir del Gobierno y el Ejército, habiendo evadido la cárcel gracias a que lo sustraído del erario público les concede el don de la ubicuidad mediante el aplicado uso del recurso de la urraca y la puntual unción de sus colegas.

Mario Roberto Morales
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