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La historia negra de Guatemala

Manuel Villacorta
manuelvillacorta@yahoo.com

No es para asustarse, porque casi todos los países del mundo tienen más de algún capítulo negro en su historia. A manera de ejemplo, puede revisarse una publicación de PBS titulada en inglés: “10 Little Known Black History Facts” (10 hechos poco conocidos de la historia negra), el cual hace referencia a la historia de Estados Unidos. Así como “Trece libros de la historia negra de España”, excelente selección realizada por el diario La Vanguardia. También puede recordarse la masacre de Nankín, que se refiere a los crímenes cometidos por el ejército imperial japonés en contra de población china indefensa. Y no menos negra es la historia del nacismo alemán que aniquiló a millones de judíos indefensos. Negra y aterrante es la historia reciente de Medio Oriente, en donde miles de seres humanos mueren como carne de cañon, frente a intereses económicos globales que se disputan territorios y recursos naturales.

También nosotros tenemos una historia negra, perversa y criminal. País pequeño pero infierno grande. Empecemos con la abrupta destrucción de las reformas iniciadas en 1944, en donde como resultado se promovió el inicio de la verdadera cooptación del Estado en Guatemala, con un tríptico cómplice (Ejército, grandes empresarios y politiqueros corruptos), que desterró toda probabilidad de que nuestro pueblo fuese un sujeto activo en el contexto de una verdadera democracia. El ex presidente general Carlos Arana lo expresó sin reservas: “en este país las elecciones no las ganan quienes obtienen más votos, acá las elecciones las ganan los que cuentan los votos”. Y así, de década en década, la historia transcurrió con una democracia formal sostenida en la mentira y la ignominia. Toda voz que se alzara para exigir un nuevo modelo político sólo tenía dos opciones: con suerte el exilio y sin suerte la eliminación física.

Dimos —o creímos dar— un paso cualitativo cuando se promulga la Constitución Política de 1985 y cuando simultáneamente a ello se instauraba lo que pensamos, habría de ser el un nuevo modelo democrático. Más tardamos en soñar que en percatarnos que una nueva clase (los politiqueros corruptos) surgiría con asombrosa rapidez para apropiarse del sistema político. Una vez consumado su propósito, encontraron el mecanismo perfecto para favorecer su enriquecimiento ilícito: olvidarse de sus funciones constitucionales para gestionar intereses de grandes capitales criollos. Y así ambos actores tomados de la mano, cooptaron el Estado, se apropiaron de los recursos públicos, “legislaron” para sí mismos, cerrando la historia negra de Guatemala con el más atroz de sus capítulos. Y por ello -lo que nadie puede hoy negar- estamos como estamos.

Tenemos como cauda un sistema político degenerado, desprestigiado y despreciado por nuestro pueblo. Tenemos un sistema de justicia horrendo tal como lo expresara en forma lapidaria el Comisionado Iván Velázquez: “La impunidad ha superado el 97 por ciento en el país, lo que ha provocado un estímulo para el delito. Todo se pensó para que la justicia no funcionara”. Y nos resta un modelo económico primario poco desarrollado, que no logró dar el salto hacia una economía de servicios, mucho menos hacia la industrialización.

Ese el verdadero cuadro de Guatemala. Esa es la radiografía ruda y dura que nos revela lo que somos. No será fácil construir una nueva patria en esas condiciones, arrastrando tanto lastre, tanta injusticia, tanta ingratitud. ¿Y nuestros niños? ¿Y nuestros jóvenes? Ellos son lo único que nos resta para no claudicar, ellos son el motivo para volver a empezar, cueste lo que nos cueste.

Fuente: [www.prensalibre.com]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Manuel R. Villacorta O.