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La estafa de la falsa sociedad civil

Ésta debe ser factor de cambio y no cómplice del statu quo.

Mario Roberto Morales

El capital financiero se diferencia del capital físicamente productivo en que éste sirve para invertirlo en la fabricación de objetos que respaldan materialmente a la moneda, mientras el otro juega con capitales en el espacio virtual de la especulación, sobre el precio de inmuebles y empresas, y consecuentemente provoca, tarde o temprano, crisis económicas debidas a la ausencia de respaldo material para el dinero. El capital físicamente productivo corre el riesgo de producir más objetos de los que los consumidores son capaces de comprar, y eso también provoca crisis económicas. Ambas posibilidades de crisis se pueden controlar mediante un Estado con el poder suficiente como para normar la productividad, la capacidad de consumo ciudadano y, sobre todo, la especulación financiera. Esto se logra mediante el control de los monopolios y el estímulo a la libre competencia de la pequeña y mediana empresa, las cuales generan asalariados y consumidores que forman una clase media deseablemente mayoritaria frente a una minoría de ricos y otra de pobres. Esta es la receta de la estabilidad capitalista. Para la cual se requiere, es obvio, de un férreo control estatal democrático y una ciudadanía capaz de fiscalizar al Estado. Lo cual implica una sociedad civil consciente y crítica, culta y consecuente con el interés de las mayorías, como la quería Gramsci, quien proponía que la sociedad civil debía hegemonizar sobre la sociedad política, es decir, sobre el Estado y sus instituciones.

En nuestro medio, el concepto y la práctica de la sociedad civil han sido deformados por la cooperación internacional. Pues el objetivo de la sociedad civil, vista como conjunto de oenegés sufragadas por el capital financiero especulativo, es destruir el Estado (contra el que endereza todas sus luchas), lo cual es congruente con la meta del neoliberalismo y de su ideal privatizador de lo público. Esto es justamente lo que busca la Fundación Soros, la NED y otras agencias de financiación de oenegés progres en el mundo. Y a esto se debe la derechización de las izquierdas moderadas e incluso de las radicales en la actualidad. Estas izquierdas enarbolan un discurso políticamente correcto y se desgastan ad aeternum vociferando contra el Estado, aliadas con los neoliberales y la oligarquía en su suicida lucha antiestatalista. Olvidan que, como decía Hobsbawm, el Estado puede ser corrupto, ineficiente e hipertrófico, pero es lo único que tenemos quienes carecemos de medios de producción para ejercer poder a favor de nuestros intereses. La tarea de la sociedad civil consiste pues en controlar y fortalecer el Estado. Lo cual no quiere decir defenderlo tal como está, sino controlarlo para hacerlo probo, eficiente, administrativamente pequeño y económicamente fuerte, a fin de que sirva a los intereses de la ciudadanía y no a los de una élite oligárquica.

Pero una sociedad civil cuya acción responde sólo a las directrices de sus agencias de financiación, es un agente al servicio del neoliberalismo, de la ultraderecha y del capital financiero. Ese mismo a cuyos intereses se debe el terrorismo, el narcotráfico, el delito organizado y otros rubros empresariales que tienen al mundo aterrado y a las masas refugiadas en religiosidades controladas por legiones de falsos profetas a sueldo.

La sociedad civil y la organización popular deben ser autofinanciadas y libres. Sólo así son factor de cambio, y no de opresión.

Fuente: [www.mariorobertomorales.info]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Mario Roberto Morales
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