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Su legado es profundo y su presencia será inolvidable…

Irmalicia Velásquez Nimatuj

Inmediatamente a la desaparición del líder comunitario Carlos Enrique Coy, el pasado 3 de agosto, la familia, comunidades, organizaciones y diferentes liderazgos levantaron la voz de alerta en todas las instancias, locales y nacionales, para que el sistema de justicia procediera con su búsqueda. Los comunitarios que conocen cómo está concentrado y cómo opera el poder paralelo en el territorio de Las Verapaces, saben del peligro que corren quienes no han sido indiferentes a la desigualdad en donde los ha colocado el sistema, por eso, proveyeron de información de la finca en Purulhá, en donde se presume fue detenido Coy, sin embargo, no hay avances.

Coy es líder y organizador, quien frente al contexto en donde ha vivido no se ha cegado por el fanatismo religioso, por el contrario, como pastor de base ha combinado la lucha política, comunitaria y espiritual para enfrentar las diferentes necesidades de las poblaciones q’eqchi’ y poqomchi’ de la lejana región en donde vive y donde el Estado llega a reprimir y a defender intereses corporativos no ha cumplir su responsabilidad de velar por el bien común de todas las poblaciones.

Es más, ni la alta dirigencia de las iglesias evangélicas se ha pronunciado, ante la desaparición de Coy. Esto evidencia que no es lo mismo tener a su cargo una iglesia en la carretera a El Salvador en donde la opulencia y el espectáculo son la base del adormecimiento de las mentes y del control de las billeteras a través de millonarios diezmos, que ser un pastor de una comunidad maya, en donde la disputa de los recursos y la tierra por la sobrevivencia están en juego.

Luego el 10 de agosto, cuando se dirigía a su trabajo, Benito Maria fue emboscado y asesinado de 11 balazos. Es evidente que fue un crimen planificado, que fue vigilado porque ese era el camino que él recorría semanalmente. Y la causa es su largo compromiso con comunidades de los pueblos ixil, q’eqchi’ y k’iche’ que han mantenido una férrea defensa por los pocos territorios que aún controlan.

Su asesinato duele porque hay pocos Benitos en las vidas indígenas, que deciden renunciar a la estabilidad que brindan sus países y optan por asumir la justicia, construyéndola con sus propias manos y con su vida. Su legado es profundo y su presencia será inolvidable que, ahora transformada en semilla, sostendrá a quienes resisten.

Ante su ejecución se pronunció el presidente Alejandro Giammatei, pero lo hizo porque era un ciudadano francés, de lo contrario su vida no importaría, de hecho, al día siguiente, fue asesinado de cinco balazos, en Jalapa, el defensor Misael López Catalán, sin embargo, su muerte ha sido ignorada.

Los comunitarios que conocen cómo está concentrado y cómo opera el poder paralelo en el territorio de Las Verapaces, saben del peligro que corren quienes no han sido indiferentes a la desigualdad en donde los ha colocado el sistema…

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj