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Amable invitación a elucidar en qué consiste la posmodernidad en un país premoderno.

La modernidad empezó en Europa a fines del siglo XV con la acumulación de capital por parte de mercaderes que compraban barato y vendían caro viajando de su continente a Asia y viceversa. Este capital, convertido en financiero (gracias al oro expoliado de América), impulsó la revolución industrial en el siglo XVIII, hasta que el rebasamiento de sus mercados hizo a la modernidad exportar sus capitales y volverse imperialista.

La posmodernidad es una fase de la modernidad que empezó en el primer mundo en los años 70 del siglo XX, y que se caracteriza por una acumulación de capital basada en la transnacionalización de la producción y los consumos de mercancías, y por la consiguiente desnacionalización de las economías periféricas, las cuales son entregadas por las oligarquías locales a oligopolios globales. Esto se acentúa en América Latina en los años 90 del mismo siglo.

Nuestras modernidades y posmodernidades son, pues, del todo subalternas en lo económico. Aunque no tanto en lo cultural, pues esto nace del libre ejercicio de la subjetividad del individuo y no de la dominación masiva de la que brota el desarrollo material. Por ello, en tanto nadie regatea la modernidad de Carlos Mérida y Miguel Ángel Asturias, tampoco se debería negar la posmodernidad de los artistas de los años 70 hasta hoy, ni la del cine juvenilista local, ni la del hip-hop chapín, ni la de las artesanías indígenas adecuadas a gustos europeos.

Sobre esto, y como resultado del curso “Introducción a los estudios culturales”, que ofrecí el año pasado en la FLACSO, hemos publicado allí la primera Revista Centroamericana de Estudios Culturales, la cual busca ser vocera de la Maestría en Estudios Culturales que tengo el honor de dirigir y cuyo lapso de inscripción acaba el 25 de agosto para empezar clases el 1 de septiembre.

El contenido de la revista es: “El hip hop desde la perspectiva de los Estudios Culturales”, por Rebeca Vargas; “La Quezalteca Especial: símbolo del mestizaje en la industria cultural guatemalteca”, por Natalia Armstrong; “Comunidades de juegos de cartas coleccionables e intercambiables: el caso del Yu-gi-oh! en Guatemala”, por Isabel Rodas Núñez; “La comunicación mediática y su influencia en los convites de Mamarrachos en San Raymundo, Guatemala”, por Anaís García Salazar; “Vivaldi con caites”, por Julio Flores H.; “Insatisfacción comprada”, por Regina Menéndez de la Riva; “Mundo Capitol: arte contemporáneo, curaduría y Estudios Culturales”, por Rosina Cazali; El cine guatemalteco desde los Estudios Culturales. Una propuesta de investigación”, por Trudy Mercadal; “Representaciones de los pueblos indígenas en el cine guatemalteco contemporáneo (1994-2011): permanencias y cambios”, por Edgar Barillas; y “La comunidad magrebí en Francia y sus espejos de identidad”, por Morgiane Laib. Interesante, ¿no?

Pues bien, me es grato invitarlos al panel que con el nombre de “La cultura posmoderna en Guatemala” haremos en la FLACSO (3ra calle 4-44 Zona 10) hoy 8 a las 18. En él, quienes publican en la revista sintetizarán sus trabajos y tendrán un diálogo con el público para elucidar la cultura posmoderna local y su estudio sistemático por medio de la mencionada maestría (sobre la que puede informarse en el 2414-7444).

Como siempre, quedan invitados amigos y enemigos. Y a pesar de que la moderación no es lo mío, allí estaré dizque moderando la mesa.

Mario Roberto Morales
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