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Esta tragedia se ha convertido en oportunidad para el más hiriente pillaje.

Jorge Mario Rodríguez

Es perturbador comprobar que el mayor número de muertes innecesarias no las suelen causar las guerras de todo tipo, sino fenómenos evitables, como la pobreza y la falta de servicios estatales básicos. En los últimos 30 años, el número de personas que han fallecido en el mundo por hambre y enfermedades prevenibles y curables supera a las muertes provocadas por todos los conflictos armados del siglo XX.

Este hecho apunta a la obvia relación entre pobreza y corrupción gubernamental a gran escala —conexión que no es ajena a corruptos empresarios. Según estimaciones ampliamente compartidas, el costo anual de la corrupción mundial es de por lo menos 2.6 trillones de dólares (2.6 billones de dólares en español).

En consecuencia, es una tarea cada vez más apremiante combatir la corrupción y la impunidad. Este proceso comenzó en Guatemala con la CICIG y aunque el experimento fue interrumpido, aún queda firme la convicción de que las mafias guatemaltecas deben responder por sus inmensas fechorías. Afortunadamente, se anticipan futuros espacios, en donde ni los empresarios corruptos ni los cleptócratas guatemaltecos tendrán oportunidades de comprar voluntades

Así, desde hace un tiempo se desarrolla la idea de que la corrupción a gran escala constituye un crimen de lesa humanidad. Para comprender esta tendencia, basta comprobar la negligencia criminal del actual gobierno ante la pandemia del covid 19. Esta tragedia se ha convertido en oportunidad para el más hiriente pillaje. A pesar de milmillonarios préstamos conseguidos para auxiliar a la sociedad guatemalteca, el gobierno ha violado de manera masiva el derecho humano a la vida y a la salud.

En efecto, con creciente indignación, vemos cómo los ciudadanos luchan por encontrar un lugar en un hospital, a pesar de la cínica invitación de Giammattei a acudir a estos en caso de necesidad. A pesar de las excusas, el desastre era previsible y no se ha hecho nada más que construir un misterio alrededor del destino de los fondos. La crisis de los hospitales era previsible: había que actuar con rapidez y eficiencia para evitar los escenarios más terribles de esta pandemia. Ahora se pretende enrostrarle la culpa de la tragedia al pueblo. ¿Pensaban en dicha excusa cuando insistieron en los millonarios préstamos para hacer cosas que no han hecho? Es innegable la negligencia criminal y, conociendo de la calaña de gente que pulula en este gobierno, no es difícil deducir que la ambición por el dinero mal habido vale más que la vida de los guatemaltecos.

Mientras tanto, Giammattei omite responder los cuestionamientos de la ciudadanía. Con deliberada mala voluntad, agobia a la sociedad con regañinas, datos falsos y razonamientos falaces. El corrupto manejo de la pandemia constituye, en consecuencia, un crimen de lesa humanidad y puede juzgarse como tal. Algunos especialistas consideran que el estatuto séptimo de la Corte Penal Internacional puede abarcar este tipo de abusos. Además, podría ser un caso inicial para el actual esfuerzo por construir la Corte Internacional Anticorrupción, la cual se busca aprobar en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 2021.

Este gobierno, ensimismado en defender la captura mafiosa del Estado, quizás ni sepa de estos avances. Pero la ignorancia atroz de sus miembros no impide que haya un mundo afuera que pide cambios profundos. Los corruptos, tanto en el ámbito privado como en el público, tal vez no puedan disfrutar sus sangrientas riquezas. Aun si las nuevas autoridades de salud tomasen medidas más adecuadas, falta ver si estas son efectivas para atenuar el desastre del tiempo perdido. Este ya no es un problema epidemiológico, sino uno de corrupción de lesa humanidad. Quizás algún día no muy lejano Giammattei y sus cómplices tengan que sentarse de nuevo en el banquillo de los acusados.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Jorge Mario Rodríguez
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