La clausura de CIRMA
Carlos Figueroa Ibarra
A fines de los años setenta, el historiador estadounidense Christopher Lutz vivió una experiencia aterradora como la que miles y miles de guatemaltecos habían vivido y habrían de vivir: fue capturado y desaparecido por unos días por las fuerzas de seguridad de la dictadura militar. Sus captores, presumiblemente el ejército guatemalteco, lo interrogaron y acusaron de ser un “millonario comunista”. A diferencia de los 45 mil desaparecidos, Christopher sobrevivió al terrible hecho y fue liberado. Nunca es lo mismo ser ciudadano de un país bajo una dictadura, que ser ciudadano estadounidense en dicho país. Y de esa terrible prueba y de su amor por Guatemala, surgió o se consolidó la idea de hacer un centro de investigaciones que al fundarse tomó el nombre de Centro de Investigaciones Regionales de Mesoamérica (CIRMA). Siendo hombre de fortuna, Chris ha auspiciado a través de la Plumsock Mesoamerican Foundation no solo este centro sino financiamientos a proyectos de investigación e investigadores. Yo mismo me beneficié de uno de ellos en el verano de 1992 cuando tuve la oportunidad de hacer investigación en la Biblioteca del Congreso en Washington D.C. Le estaré siempre agradecido a Chris y a la Fundación que él ha auspiciado.
Por todo ello he compartido con muchas personas dentro y fuera de Guatemala el estupor que me ha ocasionado la noticia de que CIRMA ha cerrado sus instalaciones de manera abrupta. Es de presumirse que la clausura no solamente es de su edificio sino de sus labores, al menos como las venía realizando. Esto se deduce del hecho de que el personal (de CIRMA) fue convocado por las autoridades del Centro para informarles que a partir de ese momento el mismo clausuraría sus funciones. Los trabajadores de CIRMA fueron divididos en distintos grupos y de manera separada fueron informados por tres abogados de lo sucedido además de que se les conminó a firmar las cartas de renuncia que ya llevaban preparadas. La razón de lo que acontecía según explicaron autoridades y abogados obedecía a que el edificio de CIRMA tendría que ser cerrado para efectuar labores de reparación y mantenimiento. Un hombre armado con una escopeta, empleado de una de las agencias privadas de seguridad que opera en Guatemala acompañaba a los abogados, mientras un cerrajero cambiaba los registros de las cerraduras del edificio de CIRMA.
Así las cosas, intempestivamente el personal de CIRMA, muchos de los cuales han laborado por décadas en la institución, se vio puesto en la calle y desempleados. Es inverosímil el argumento esgrimido en el comunicado emitido por el Consejo de Fiduciarios de CIRMA después de efectuada la clausura del Centro. Las labores de reparación o mantenimiento de la infraestructura de una institución no deben implicar el despido masivo y fulminante de todo el personal de la misma. Testimonios de antiguos directivos de CIRMA, aseveran que las instalaciones de su edificio tenían un mantenimiento excelente y que por lo tanto las mismas no necesitaban de una reparación drástica al extremo de clausurar sus labores y despedir a todo su personal.
Preocupa enormemente el destino del fondo documental y gráfico de CIRMA. Este es un patrimonio nacional en su custodia. Se trata de 43 fondos documentales, ocho millones de documentos y un millón de gráficos. Al igual que la biblioteca es una fuente invaluable de la memoria histórica guatemalteca y una fuente inestimable para académicos y estudiantes. El archivo y la biblioteca de CIRMA no deben ser trasladados a otro país, no deben ser desmembrados y el acceso de todos los interesados debe mantenerse abierto y gratuito. Los derechos laborales de su personal deben respetarse.
Por último, el Consejo de Fiduciarios de CIRMA le debe una explicación plausible a Guatemala.
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