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La ciudad del futuro vive y sobrevive desde la informalidad

Muchos de ellos hoy manejan la consigna de: “No le compro a delincuentes”.

María Aguilar

La semana pasada, luego de que el alcalde capitalino Álvaro Arzú ordenara desalojar a los vendedores ambulantes de la sexta avenida, esa vía se convirtió en el escenario de enfrentamientos entre vendedores ambulantes y la Policía Municipal, resultando heridos en ambos bandos, así como pérdidas y daños materiales. Ante esta situación y sin ninguna intención de dialogar, la Municipalidad calificó de “atentados terroristas” las protestas.

Guatemala es un país de miseria extrema en donde honestamente no se vive solo se sobrevive, donde no hay educación, salud, trabajo, ni oportunidades ni siquiera de soñar. Aquí las calles proveen un respiro para buena parte del país que, a falta de opciones dignas de empleo, trabaja desde la “informalidad”. El comercio informal es también el que provee un respiro para los bolsillos de un sector hipócrita que hoy lloran semáforos o piezas de arte rotas, sin preguntarse, ¿cuáles son las causas estructurales de la pobreza que obligan a migrar a la ciudad e intentar ganarse la vida de una manera digna vendiendo diversos productos en las calles? Muchos de ellos hoy manejan la consigna de: “No le compro a delincuentes”.

Ante esto pregunto: ¿Se refieren a todos los delincuentes? porque si es así ¿asumo que estas mismas personas dejaron de consumir los productos de la Industrias Hame que incluyen aceite, margarina, mayonesa y otros productos que utilizan aceite de palma luego del ecocidio en el río La Pasión?

¿Dejarían también de comprar gaseosas al ver que Big Cola defraudaba impuestos? ¿No compran pan ni harinas, no consumen pollo, ni huevos, productos manejados por el conglomerado que entre sus muchas actividades también desvía ríos?

Somos hipócritas e ignorantes porque aquí, los mayores criminales pertenecen a la elite oligárquica de la que Arzú es parte, son ellos quienes ven y manejan el país como su finca, desangrándola cada día. En un país donde no existen oportunidades de empleo, no se le puede denominar “terrorismo” al querer sobrevivir vendiendo en las calles.

A lo que sí se le debe denominar “atentados terroristas” son al hambre, al despojo, a la pobreza, exclusión y racismo que se viven a diario.

Guatemala es un país de miseria extrema en donde honestamente no se vive solo se sobrevive, donde no hay educación, salud, trabajo, ni oportunidades ni siquiera de soñar.

 

Fuente: [www.elperiodico.com.gt]
Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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