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La absurda Guatemala

Hoy se criminaliza a los sujetos que resisten, en su mayoría indígenas.

María Aguilar

En 2013, en Guatemala por primera vez una corte nacional juzgó y castigó el delito de genocidio contra un pueblo indígena. El proceso fue esperanzador porque implicaba que cambiaría un país que permanentemente nos desprecia y humilla como pueblos indígenas y busca por formas institucionales hacernos sentir que no pertenecemos a espacios que, no sean los de servidumbre. Asumí que los desgarradores testimonios de los sobrevivientes, escuchados en la corte eran parte de los dolores que permitirían el nacimiento de otra etapa, por lo tanto, había que afrontarlos porque aseguraban la no repetición.

Sentí que no había mejor ejemplo de lucha y perseverancia que la de las mujeres y hombres ixiles, quienes, con su voz, posicionaban un espejo frente a las elites, para que se vieran, cual monstruos financistas de un infierno, pero también frente a la nación urbana y ladina que sirvió de espectador pasivo de los horrores cometidos bajo el argumento de “salvar a Guatemala del comunismo”. Diez días duró la ilusión.

Dos años después, en 2015, surgió otra leve esperanza, una que involucraba alianzas estratégicas para demandar una refundación del Estado. Esa ilusión fue socavada en el momento de realizar elecciones bajo las mismas reglas que permitieron que corruptos y criminales ocuparan cargos en el gobierno. Que las voces, supuestamente críticas, se rehusaran a trabajar por una salida distinta y en cambio, avalaran elecciones bajo el absurdo de defender una institucionalidad inexistente, es aún desconcertante.

Hay un sentir de depresión al observar cómo la esperanza de hace cinco años desapareció. El pasado violento se empeña en resurgir bajo lógicas de continuidad.

Hoy se criminaliza a los sujetos que resisten, en su mayoría indígenas. Las elites y empresas trasnacionales continúan utilizando a las fuerzas de seguridad como su policía privada y al sistema de justicia para proteger sus privilegios. Simultáneamente financian campañas, no de genocidio sino de una lógica trasnochada de “salvar al país”. Ya no queman vivos pero sí expulsan a diplomáticos críticos de la corrupción. En la televisión, un neo-escuadrón de la muerte, ofrece como trofeo “la cabeza” del Comisionado de la CICIG por poner en jaque los múltiples privilegios de las elites económicas, políticas y militares.

Fuente: [https://elperiodico.com.gt/opinion/2018/05/14/la-absurda-guatemala/]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

María Aguilar Velásquez
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