Honduras, malos presagios
Carlos Figueroa Ibarra
Este fin de semana pasado, el Tribunal Supremo Electoral de Honduras oficializó el fraude cometido en las elecciones presidenciales del 26 de noviembre de 2017. Declaró ganador en dicha contienda al presidente Juan Orlando Hernández, quien triquiñuelas mediante, había logrado sortear el impedimento legal que tenía para poder reelegirse. El TSE ha dicho que son ciertas las cifras que obtuvo 42.95% de los votos contra el 41.42% obtenido por Salvador Nasralla, candidato de la Alianza Opositora contra la Dictadura. El nombre del frente opositor no es gratuito. Juan Orlando Hernández es heredero directo del golpe de estado que depuso en junio de 2009 al entonces presidente José Manuel Zelaya.
Hernández será un presidente espurio porque de manera ilegal ha conseguido volver a ser candidato y porque el fraude que lo impuso es evidente. Hasta la OEA, quien mantuvo en un inicio una actitud cautelosa frente a las evidencias fraudulentas, para decir lo menos, ha llegado a conclusiones que dejan mal parado al régimen hondureño. Dice la OEA que la Misión Observadora enviada a Honduras no puede concluir que el Sistema Integrado de Escrutinio y Divulgación Electoral (SIEDE) haya sido manipulado con dolo. Sin embargo, la OEA agrega que dicha Misión tampoco puede afirmar que dicho sistema no contó “con las robustas medidas de seguridad necesarias para garantizar su integridad”, por lo que considera que su seguridad se vio vulnerada. Según la OEA, el proceso electoral fue de “baja calidad” y por ello no puede afirmar que las dudas sobre los resultados estén esclarecidas. En otras palabras, la OEA pone en duda las cifras que ha usado el TSE para declarador ganador de la contienda electoral al presidente Hernández.
En otro comunicado del 17 de diciembre de 2017, la Secretaría General de la OEA reitera la baja calidad del proceso electoral en Honduras y enumera actos anómalos como intrusiones deliberadas en el sistema informático, valijas de votos abiertas y sin actas, improbabilidad estadística extrema con respecto a los niveles de participación, papeletas de voto de reciente impresión. Por todo ello y debido a la estrecha diferencia de votos entre los dos contendientes, resulta imposible determinar quién fue el ganador. Por ello “el único camino para que el pueblo hondureño sea el único ganador”, es realizar un nuevo proceso electoral que contaría con dos Representantes Especiales, los expresidentes Jorge Quiroga de Bolivia y Alvaro Colom de Guatemala.
Reitero que los sucesos en Honduras son malos presagios para México, en donde en julio de 2018 se realizarán elecciones presidenciales. En donde en 2006 se observó un fraude por adulteración de resultados y en donde en 2012 vimos uno más por compra de votos. De lo que acontezca en Honduras en los próximos meses, podremos deducir el panorama que enfrentaremos en México, cuando un candidato opositor con un proyecto político, económico y social contrario al que se ha impuesto en el país en los últimos 35 años, se encuentra liderando las encuestas y todo parece indicar que nuevamente el establishment neoliberal se apresta para un nuevo fraude electoral.
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