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Irmalicia Velásquez Nimatuj

Inicié adentrándome en el mundo achi a finales del 2005 y empecé aprender de la profundidad de una cultura de la que solo había leído y mientras recorría sus caminos, más preguntas me surgían sobre la impunidad del Estado y de los actores que dirigieron las fuerzas de seguridad en la eliminación de más del 20 por ciento del total de su población entre 1978 a 1984.  La destrucción de comunidades, la persecución de familias completas, la saña con que atacaron a mujeres, niñas o ancianos fue brutal y sobrepasa cualquier manual de guerra.  La vida me dio el privilegio de capturar la memoria de sobrevivientes, eso me facilitó la posibilidad de ser perita en algunos procesos jurídicos que se han abierto en cortes nacionales. Sin embargo, el ser indios e indias rebeldes influyó para que se les negara la justicia, en esa línea debe leerse el actuar de la jueza Claudette Domínguez, quien ha sido afín a los poderes militares.  Ahora, luego de 40 años de cargar sus historias y los crímenes en sus cuerpos y mentes el Tribunal A de Mayor Riesgo demostró que aún quedan juezas y jueces expertos en derecho pero también conscientes de las atrocidades con que se ha escrito la historia nacional. 

El siguiente poema lo escribí luego de escuchar múltiples historias de mujeres achi, quienes a pesar de lo que habían perdido aún guardaban la esperanza de encontrar a sus hijos, esposos, padres, madres, abuelos, aunque la evidencia mostraba que era sencillamente imposible. Ahora que ha sido emitida la sentencia y las medidas de reparación volví a leer esos versos, publicados en 2018, como un sencillo homenaje a mujeres inmensas que han transitado los umbrales de la historia nacional y que han movido, a pesar de sus condiciones, un sistema de justicia, por demás corrupto y complaciente con las elites económicas, militares, políticas y del crimen organizado.

¿Y si te encuentro amor?

¿Y si te encuentro, amor,

cómo te miraré?

¿Acaso me mirarás?

¿Cómo nos veremos?

¿Me recordarás aún?

¿Me encontrarás entre estas llanuras,

después de 33 largas primaveras,

después de 32 angustiosos inviernos?

¿Qué haremos, amor, con nuestras manos?

¿Acaso resucitaremos los sueños robados?

¿Cómo tomaremos lo que nos fue arrebatado?

¿Qué haré con mis palabras?

¿Cómo te las hilvanaré de nuevo?

¿Cómo pararé este torrente que nace del habla?

¿Cómo te responderé?

¿Cómo me hablarás tú?

¿Cómo me narrarás tu ausencia?

¿Encontrarás en los tejidos de mi cuerpo mi color?

¿Reconocerás mi aroma al penetrar en mis sueños?

¿Podrá el tiempo mostrarte que nunca te fuiste,

que tu ausencia se tornó en paisajes que

aguardaban tu presencia?

¿Aún desenvolverás el amor que te di,

el amor que cobijé entre las flores de un Madre Cacao,

que escondí entre redes y mecapales?

¿Qué harán nuestras manos?

¿Qué dirán nuestros labios?

¡Tanto tiempo en espera que ya se han secado!

¿Y sí te encuentro, amor,

parará de rodar el agua,

cesará la espera, acabará la pena,

llegará la madrugada,

me abrazarás como a un colibrí?

¿Qué haré, amor,

dime?

¿Qué haré si te encuentro, amor?

Fuente: [elperiodico.com.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Irma Alicia Velásquez Nimatuj