Carlos López
Hilar proviene de filare (la f se suavizó a h, como en fermosear, hermosear); es la acción de reducir a hilo el lino, el algodón, el cáñamo, la seda; o sacar la hebra del gusano de seda. Ilación, ilativo deriva de illatio, illationis; es la acción de inferir o deducir; pertenece a la lógica formal. Por eso las oraciones coordinadas ilativas denotan consecuencia. La Real Academia Española (RAE), no obstante, no reconoce el verbo ilar, pero sí hilar, y aunque ambos términos tienen distinta etimología y, por lo tanto, diferentes significados, la RAE dice que hilar «dicho de algunas cosas [es] discurrir, trazar o inferir de otras». Ahonda en su falacia: Hilar fino es «discurrir con sutileza o proceder con sumo cuidado y exactitud». ¿Increíble? Inaudito, aunque sean homófonas. ¿Cómo puede incurrir en este error la RAE?
La Fundación del Español Urgente (Fundéu) (que recibe asesoría de la RAE y está integrada por filólogos, traductores, correctores y lingüistas, y una red de colaboradores en distintos países de América, además de un consejo asesor de periodistas y académicos) da una explicación retorcida, alambicada, pero al final autoritaria: «Hilar palabras es un uso metafórico. El discurso se identifica como un continuo, representado a menudo por el hilo u otra fibra textil. Se puede, por tanto, perder el hilo del discurso, pero también retomarlo. O bien añadir algo al hilo de las palabras de otro. Las ideas se hilvanan… Los diccionarios españoles recogen ilación (del latín illatio) e ilativo (de illativus), pero no el verbo ilar ni el participio o adjetivo ilado. La forma apropiada en este caso es, pues, hilado».
Cuando no existen las palabras, se crean, por la necesidad de nombrar. Así ha sido desde tiempos inmemoriales y así será por los siglos de los siglos; por eso se mueve el lenguaje, se renueva, se reinventa; para eso sirve unir letras, para crear palabras que le den sentido a la realidad. La RAE siempre va a la zaga de la creación del hablante. Pero no hace falta que una institución le dé carta de naturalización, de existencia a una palabra; si se necesita, se inventa; no por capricho, arbitrariedad o antojo de transgresión; se hace según el contexto, los antecedentes, las etimologías, la lógica y, si procede su uso, se escribe con propiedad y ortografía. De manera que si hilar es unir con hilo material, ilar es unir términos, ideas inmateriales. La h hace la diferencia. El acomodo ilógico de dicha letra por parte de la RAE —y de las instituciones acríticas, acientíficas, y de los diccionarios que sólo reproducen sus conceptos— no sólo es contradictorio sino absurdo. Uno más en la serie de disparates a los que nos tienen acostumbrados los académicos.
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