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Hacia una alternativa política para democratizar el capital y el Estado (4)

Mario Roberto Morales

Este movimiento debe ser plural para ser representativo. Debe resultar de la convergencia de izquierdas y derechas que buscan un país con caminos a transitar en el corto, mediano y largo plazo, para que los niños de hoy sepan qué Guatemala tendrán dentro de 80 años si trabajan por ella, y se dediquen a lograrlo gozando de todos los beneficios que habrán de obtener a lo largo de los cortos y los medianos plazos.

De la derecha y la izquierda necesitaremos a los pequeños y medianos empresarios sin excepción. Y a los grandes empresarios no-monopolistas. De la izquierda y de los sectores asalariados, necesitaremos a los obreros, los campesinos, los estudiantes, los militares, los indígenas, las mujeres, la subalternidad sexual y los empleados de servicios. También a los intelectuales que no le han vendido su alma al diablo trabajando como mercenarios para tanques de pensamiento de la oligarquía. Y a los profesionales que aspiran a mejores trabajos y salarios. En fin, a todo el “mundo del trabajo”. De la derecha, necesitaremos a todos aquellos que, comprendiendo que la oligarquía es el único obstáculo para el desarrollo de un capitalismo de libre competencia e igualdad de oportunidades para los nuevos emprendedores, estén dispuestos a poner su grano de arena para democratizar el capital mediante una banca pública y privada al servicio de la pequeña y mediana empresa, y para democratizar el Estado volviéndolo funcional, eficiente, probo, pequeño y fuerte, con el poder suficiente para controlar los monopolios y para brindar educación, salud y servicios públicos de alta calidad, a fin de tener una ciudadanía crítica y con conciencia social.

Es necesario que el pequeño y mediano empresariado tome conciencia de que la ideología oligárquica no es la suya, y de que el anticomunismo es el petate de muerto con el que los oligarcas los espantan amenazándolos con que, si no se alinean al designio oligárquico, los comunistas se los comerán. La izquierda local ya no existe como fuerza política. Ni siquiera existe como agrupación. Es un conjunto de individuos y grupos dispersos, sin ninguna claridad sobre lo que se debe hacer políticamente para salvar a este país del criminal absurdo oligárquico. Debemos crear un instrumento político de pequeños y medianos empresarios (indígenas y ladinos) y de asalariados de clase media y de extracción popular, aliados con la “Guatemala profunda” organizada. A este núcleo habrá de adherir la masa interclasista e intercultural, bajo el supuesto de que nuestros principios deberán tomar cuerpo prescindiendo de la cooperación internacional, así como de cualquier forma de financiación interna oligárquica, interesada en cuotas de poder a cambio del apoyo financiero.

Nos toca devolverle a la política su original función de servicio público, arrancándole el estigma de ser propiedad de oportunistas y corruptos. Al democratizar el capital y el Estado, debemos democratizar también nuestras relaciones interétnicas, mediante una educación interculturalizadora que nada tendrá que ver con los engendros pedagógicos en práctica actualmente, salidos de organismos internacionales y de la convicción neoliberal de que la educación debe ser buena sólo para las élites que gobiernan, mientras que a las masas hay que darles oficios y entretención banal las 24 horas del día.

Nos toca también convertirnos en el interlocutor alternativo de Estados Unidos en el Plan para la Prosperidad, y de Rusia y China para sus megaproyectos de infraestructura interamericana. Nos toca trabajar con la oligarquía de igual a igual, pues no es nuestra intención eliminar a nadie mediante la violencia. Pero no sometiéndonos a su lógica monopolista, sino haciéndola comprender que la democratización del capital es un buen negocio. Como también lo es tener un país educado, con una clase media mayoritaria y una minoría de ricos y otra de pobres. Converjamos y
aliémonos en este interés nacional interclasista e interétnico. No hay otro camino –hoy– para avanzar hacia una nación justa, democrática y en paz. Esta es la única vía.

La izquierda local ya no existe como fuerza política. Ni siquiera existe como agrupación. Es un conjunto de individuos y grupos dispersos, sin ninguna claridad sobre lo que se debe hacer políticamente para salvar a este país del criminal absurdo oligárquico.

Fuente: [www.mariorobertomorales.info]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Mario Roberto Morales
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