Hablar de Gaza
¿Criterios históricos o simplismos fundamentalistas?
Mario Roberto Morales
Cuando se habla del conflicto palestino-israelí se suelen esgrimir, de ambos lados, argumentos esencialistas, fundamentalistas y fanáticos. Claro que hay excepciones que además de confirmar esta regla la contradicen con sensatez. Porque se suele pasar por alto que el Estado de Israel está controlado por una élite sionista y que no todo el pueblo judío profesa esta ideología. En otras palabras, no se puede identificar al judaísmo con el sionismo, ya que éste último es una ideología religiosa, geopolítica y económica que, con varias ramificaciones a menudo contradictorias entre sí, se inscribe dentro del judaísmo, concepto que abarca la historia y la tradición cultural y religiosa del pueblo judío en general. El sionismo político, por su parte, postula, apelando al argumento bíblico, el territorio de Palestina como exclusivamente judío y, por ello, a sus pobladores árabes como intrusos. Y asume esto como la razón que justifica el terrorismo de Estado que anima la ocupación expansionista que mantiene a los palestinos como prisioneros en su propio territorio, provocando así agresiones de parte de ellos hacia Israel.
Lo que ocurre en Gaza no es, pues, el resultado de una política meramente defensiva del Estado sionista. Tampoco los palestinos son inocentes angelitos que no matan una mosca. Ese conflicto tiene demasiadas implicaciones económicas y geoestratégicas como para sucumbir en la torpe simpleza de tomar partido por buenos o malos, justos o injustos, fieles o infieles. Por el contrario, siempre ha habido facciones extremistas dentro de ambos bandos a las que conviene el perenne estado de guerra entre estos dos pueblos semitas. De hecho, los asesinatos de Arafat y Sharon evidenciaron esta verdad oculta bajo los siete velos transparentes de Salomé.
A la hora, pues, de analizar este conflicto, es necesario tomar en cuenta la historia de la creación del Estado de Israel en 1948 y la larga tradición terrorista de ambos bandos, tanto de organizaciones sionistas como la IRGUN y otras, como la de facciones extremistas de la OLP y Hamás. Todo, claro, en el marco de un territorio palestino que viene a ser ocupado por israelíes al final de la segunda mitad del siglo XX por decisión de la ONU. Si se toma en cuenta todo esto a la hora de analizar lo que ocurre actualmente en Gaza, puede ser que no se incurra en fundamentalismos ni fanatismos interesados, y que la condena de uno o el otro bando por crímenes de lesa humanidad tenga un sustento menos irracional y perverso, ya sea que se opte por solidarizarse con la lucha del pueblo palestino o con la victimización mediáticamente sistemática del Estado sionista.
Pero todo esto no lo digo para adoptar una postura neutral ni mucho menos, ya que es imposible no posicionarse por un lado o por el otro, tanto en este como en todos los conflictos políticos. Yo me posiciono a favor de un Estado israelí y otro palestino con las fronteras fijadas en 1967. Me posiciono contra el terrorismo estatal y la política de ocupación expansionista del sionismo que controla el Estado de Israel, lo cual me lleva a cerrar filas con los millones de judíos de todo el mundo (dentro y fuera de su país) que son anti-sionistas sin renunciar al judaísmo y que abogan por la convivencia pacífica de judíos y palestinos dentro de Palestina. En consecuencia, clamo con ellos por un alto inmediato al genocidio en Gaza.
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