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Guatemala: Síndrome de la sociedad teledirigida

Santos Barrientos
santosbarrientos3@gmail.com

El politólogo italiano Giovanni Sartori en su libro “Homo Videns: La sociedad teledirigida”, expresa puntos característicos de las masas de televidentes que repiten y se hacen suyo un mensaje que en la realidad se traduce como verdadero cuando en el subconsciente o a través del nivel de abstracción podemos inferir si es verdadero o falso. Lamentablemente en Guatemala empieza a esbozarse un tipo de modernidad liquida, un tipo de sociedad impuesta para ser degradante, es decir, una sociedad videodependiente. Es cierto que los canales televisivos, “los medios de comunicación», exactamente están diseñados para informar, para proporcionar mensajes informativos. Sin embargo, esto se queda en el vacío, en el imaginario de cómo debería ser un “medio de comunicación”.

El síndrome de la sociedad teledirigida en Guatemala empieza perfeccionándose por los hechos informativos que conllevan a una falsa acusación, empezando cuando se acusa a alguien de un delito del cual no se sabe si en realidad lo cometió, donde para saber si en realidad fue cometido ese delito debe de ser oído y vencido en juicio tal como lo proclama nuestra constitución y tratados internacionales en materia de derechos humanos. Sin embargo, se puede afirmar también que, la sociedad está diseñada para ser videodependiente, es el status quo implantado,  es una sociedad diseñada a creer lo que ve y escucha, a encuadrar en su marco conceptual desinformación, ha perdido el sentido de abstracción, ya no puede distinguir entre la mentira y la verdad,  es una sociedad que aplaude la mentira y da la espalda a la verdad.

Otro síndrome de la sociedad teledirigida es el empobrecimiento mental, este se implanta a través de las televisiones que se traducen en hechos que no aportan información (DLE: comunicación o adquisición de conocimientos que permiten ampliar o precisar los que se poseen sobre una materia determinada.), lo único que aportan son bases estructurales de desinformación, es decir, el empobrecimiento mental comienza a darse por esa implantación de basura que aportan las televisiones. Además, se perfeccionan por los miles de anuncios que lo único que crean es un mundo de consumismo, un mundo donde impera la sociedad liquida expuesta a los grandes cambios globales y que lamentablemente en Guatemala se vocifera la desaceleración social, vamos en picada, una política que no aporta sino que destruye, que encara la televisión con voz de intrépida y carente de moral, estamos en plena cultura de la desinformación tal como señalaba Bourdieu “la cultura hoy se ocupa de ofrecer tentaciones y establecer atracciones, con seducción y señuelos en lugar de reglamentos, con relaciones públicas en lugar de supervisión policial: produciendo, sembrando y plantando nuevos deseos y necesidades en lugar de imponer el deber”.

Y por ultimo enmarco a la sociedad teledirigida en el síndrome de la individualidad que aportan los medios de comunicación. Muchos de los medios de comunicación en Guatemala solo aportan análisis estrafalarios, son medios que no aportan, sino que se traducen en la maratón de “quien aporta más basura”, y atrozmente esta basura la absorben los televidentes, aquellos que ya perdieron la abstracción, aquellos que siguen y se congelan en lo aportado por alguien que supuestamente tiene la razón, luego replican o vociferan lo escuchado, es aquí donde empieza la debilidad del individuo, donde empieza a individualizarse en un contenido no informativo, muchas veces se lo hace suyo sin observar la certeza o falsedad. En conclusión, es preciso fortalecernos en la lectura, en escuchar y rebuscar la verdadera información, en el análisis crítico de los textos y de los pensamientos, empecemos por la cultura de la información, rescatemos la lectura y formulemos un excelente inicio de una sociedad culta, un iter novum vitae, es decir, un nuevo viaje de la vida, una vida  que sume y no reste.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Santos Barrientos
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