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Gonzalo Guerrero, hombre y mito

Sobre su vida se ha escrito mucho, y paradójicamente se ha dicho muy poco.

Velio Vivas Valdés
Cronista vitalicio de Cozumel

Nuestro país, como muchos otros de la América hispana, ha fundamentado su historia oficial en héroes y mitos, y creado con sus biografías un culto cívico más hagiográfico que real.

Los héroes en nuestro panteón cívico vienen a ser así, paradigmas de todas las cualidades humanas y cívicas y los excluidos de él, por razones generalmente de orden político, no tienen esperanza de ser redimidos y con ello obtener el lugar que para bien o para mal deberían ocupar en la historia.

Esa concepción maniquea suele engendrar falsas tradiciones al exagerar las virtudes y magnificar nuestros errores como individuos y restar verosimilitud a nuestra realidad como país, creando fobias y filias que nos hacen, si no en la totalidad sí en gran medida, ser dogmáticos e intolerantes.

A ello, ya de por sí malo, nuestra historiografía suma un grave lastre, la recurrente omisión de personas reales, hombres y mujeres que en su momento existencial, con sus acciones o pensamientos, ejercieron una positiva influencia en su entorno general físico o social y que a pesar de la trascendencia de sus hechos, sólo son parte de la historia local o regional, y aunque en algunos casos se les ha incorporado a lo que algún autor llamó “la historia de bronce” , no pasan de ser simples monumentos curiosos para el ciudadano común del país.

Tal es el caso del personaje cuyo arribo a nuestras costas cumplió en 2011 quinientos años de acontecido. Sobre él, sobre su vida entre los mayas peninsulares en la primera parte del siglo XVI se ha escrito mucho, pero paradójicamente, si se me permite el juego de palabras, en mi concepto se ha dicho muy poco.

Gonzalo Guerrero para la mayoría, pero también Gonzalo Aroca, Gonzalo Aroza o Gonzalo Marinero para otros, es fuera de los estados que integran la península yucateca y de algunos círculos intelectuales en otras partes de nuestro país, si acaso, un nombre perdido en las crónicas de la conquista; y si se pasea por las calles de Chetumal o Cozumel, las playas de Akumal en Quintana Roo, o la principal avenida en Mérida, la de Yucatán, como puntualizaba su eximio cronista Don Renán Irigoyen Rosado, una estatua para visitar y tal vez para fotografiar, de un ilustre desconocido.

Se sabe tan poco sobre Gonzalo Guerrero, -dejemos así el nombre- que indistintamente, aunque hay consenso sobre su origen onubense en Palos dela Frontera, Huelva de Andalucía, se le ha asignado origen vasco, gitano y hasta de judío converso, situando su nacimiento en un vago “hacia 1470”, lo que entre paréntesis lo haría un individuo de avanzada edad para su época y su vida de aventuras, cuando se presume su muy deseada muerte para los conquistadores en Honduras en el año de gracia de 1536, “hacia los 66 años”, cuando la esperanza de vida en España por esa época no rebasaba de los 50.

Confieso que no sé si es parte de su vida novelada o dato tomado de los documentos de la época, pero en su juventud se le ubica en la toma de Granada, episodio bélico que puso fin a la guerra de reconquista española en enero de 1492, como arcabucero bajo las órdenes del gran capitán Hernández de Córdoba y poco más tarde, bajo el mismo jefe, en la campaña de Italia en el gozne de los siglos XV y XVI, y se considera que pasó a América poco antes de 1510.

De esa actividad castrense, supuesta o real, se hace derivar sin duda, la capacidad militar táctica y estratégica que le permitirá durante sus años de cautiverio convertirse en la leyenda que ha llegado a nuestros días de ascender desde esclavo en, tal vez Xamanhá, hasta nacón, jefe de guerra de Chactemal.

Y aquí me permito abrir un paréntesis. Los cronistas de la época que se ocupan de él, en ningún momento lo identifican como antiguo soldado, mas bien lo llamaban “marino”, y el mismo Bernal Díaz del Castillo, citando a su compañero Gerónimo de Aguilar, le llama “hombre de mar”, a lo que me permito observar que es una ocupación más acorde con su origen en uno de los puertos españoles más activos de su época. Sin embargo, tal vez este término suena menos heroico, si vale el término, para justificar la denigrante designación de “renegado y traidor” que sus contemporáneos le endilgaron y que en algunos círculos actuales, me consta, le siguen colgando.

Y una duda más: si la casa de contratación de Sevilla que inició sus funciones como reguladora de la salida de España para hombres, barcos y mercancías desde 1503, no permitía a nadie pasar a América sin su registro y autorización, ¿cómo no se ha hallado ningún documento de cuándo, con quien, en qué barco, a qué vino a América? ¿Se habrá buscado a fondo?

Los cronistas de la época que se ocupan de él, en ningún momento lo identifican como antiguo soldado, mas bien lo llamaban “marino”, y el mismo Bernal Díaz del Castillo, citando a su compañero Gerónimo de Aguilar, le llama “hombre de mar”,

Y continuamos. De su relación con Enciso y con Valdivia, conquistadores en América central, nos da referencias Bernal citando a la misma fuente, pero no cita fecha de salida del darien, ni el tipo o nombre del barco naufragado. Y aquí de mi cosecha menciono la gran semejanza en cuanto al lugar de partida y el año del naufragio de nuestro personaje, y el del frustrado gobernador dela Veragua, Diego de Nicueza, quien zarpó de Santa Maríala Antiguadel darien el 1 de marzo de 1511 y desapareció en el mar, suceso que ha agregado confusión y ha hecho que algún investigador fije en marzo el arribo del naufragio.

Y esto nos permite abordar otro de los mitos que rodean a nuestro personaje. Uno de los primeros autores –hasta donde conozco- en novelar la vida de Gonzalo Guerrero en los primeros años del siglo pasado, el yucateco José Baltazar Pérez en “8 años entre salvajes”, menciona como causa del naufragio “una tremenda tempestad”, versión repetida, palabras más, palabras menos, por nuestro admirado Eugenio Aguirre en su “Gonzalo Guerrero”, y Guillermo Razo Cuevas en su “Causa maya de un español”. Sin embargo, Bernal, recogiendo la versión de Aguilar, sólo dice “…el navío dio en los Alacranes…”, de tal modo, aunque parece incuestionable que se dio el naufragio, es menos épico y heroico estrellar un barco en un arrecife que sucumbir ante la furia de la naturaleza.

En fin, si la primera parte de la vida de Gonzalo Guerrero entre los suyos tiene muchos ingredientes que parten de supuestos y dan lugar a la elaboración de nuevos mitos, la segunda parte (entre los mayas peninsulares) no le va a la zaga al favorecer el libre juego de la imaginación e incrementar cada vez mas la leyenda del guerrero y jefe, blanco y barbado.

Así podemos enlistar como primer mito ¿cuál fue el punto de arribo de los náufragos? Se ha manejado Zammá (actual Tulum), Polé, ¿será Xcaret?, Xamanhá (Playa del Carmen en nuestros días), Cozumel, bastante improbable por lo escarpado y peligroso de su litoral oriental, e incluso Cancún, con lo que los náufragos vendrían a ser de algún modo, los primeros turistas extranjeros en arrobar a este polo.

De igual modo, y dando pie a la leyenda negra del “salvajismo” del nativo americano que, por lo menos en el caso de los mayas, mas parece una justificación de la “guerra justa” que verdad histórica, se menciona por casi todos los autores, con gran dramatismo en algunos, que el final de una parte de los náufragos fue ser víctimas del canibalismo de sus captores, generalizando algo que, si bien pudo darse bajo la influencia náhuatl con carácter meramente ritual, nunca lo fue en la península como régimen gastronómico. Y agrego algo más: el propio y multicitado Bernal, fuente directa de la época, repitiendo lo dicho por el náufrago rescatado, “el que tenía órdenes de evangelio…” Gerónimo de Aguilar, sólo se concreta a asentar que “…habían sacrificado a sus ídolos a muchos de sus compañeros…” y nada dice de la antropofagia; menciona tan solo que otros “habrían muerto de dolencias”, y las mujeres “…de trabajo también se murieron”. Aunque si vuelve a hablar de que él, de Aguilar, iba a ser sacrificado y “…se huyó…”, no dice que iba a ser parte de la dieta de nadie.

Los sacrificios humanos con carácter ritual, por otra parte, no han sido privativos de las culturas prehispánicas de América. Se han dado en otras épocas y en muchos lugares del mundo; baste tan sólo recordar a Abraham atando en el altar a Isaac, o a los pueblos celtas y sus druidas en la propia Europa.

En obvio de tiempo, dejemos atrás este delicado tema y retomando al personaje, abordemos otra parte de su leyenda, quizá la más representativa de su vida, su aculturización. ¿qué fuerza, qué motivación, qué intereses pudieron impulsar a un hombre a dar la espalda a su pasado, a su familia, a su cultura con todo lo que ello implica y adoptar una nueva patria, costumbres, vestimenta, idioma tan distinto a todo lo que hasta entonces había sido su mundo?, ¿fue el simple instinto de sobrevivencia, identificación con sus captores, amor, idealismo o ambición? En la encrucijada de la vida de Gonzalo Guerrero, posiblemente entre los años 1514 (aquí yo mismo entro a la especulación) y 1517 cuando llega la expedición de Francisco Hernández de Córdoba, homónimo del gran capitán, hay sin duda un vasto campo de estudio para todo tipo de investigadores de la conducta humana. Baste para nosotros, profanos en esa materia, subrayar su capacidad de adaptación a la nueva cultura, su espíritu de superación y su deseo de libertad para romper su condición de esclavo y convertirse en guerrero y posteriormente en nacón.

Y esta última condición, la de jefe de guerra, nos permite atisbar en otra parte de su leyenda. En una época y una región dividida en cacicazgos casi permanentemente enfrentados entre sí ¿pudo en verdad trasladarse encabezando gente armada por territorios presuntamente hostiles, e incluso asumir el mando de las fuerzas locales en Catoche?

De Chactemal al norte de la costa oriental de la península hay casi 400 kilómetros, y de esa zona, tal vez Boca Iglesia hasta Potonchán en la costa del Golfo, otro tanto; distancias difíciles de salvar a pie, incluso en nuestra época cuando ya existen carreteras. Me parece que se subestima la capacidad guerrera de itzaes y cocomes en Catoche, y de los pech en la costa del hoy Campeche, asumiendo que fueron guerreros de Chactemal los que enfrentaron por vez primera a los hispanos.

En la misma línea distancia-tiempo, ¿en verdad le habrá llevado a Chactemal Gerónimo de Aguilar la misiva que dice Bernal dirigió Hernán Cortés a los cautivos? ¿Y el propio Guerrero escribió la respuesta? Muy difícil parece el caminar por veredas y pantanos cuando el propio Aguilar confiesa que no pudo manejar una carga por cuatro leguas. A la luz de un análisis serio, este episodio más parece un ardid de Aguilar para justificar su no cumplimiento del encargo que le fue asignado por los enviados de Hernán Cortés.

Otro elemento mítico de la gesta de Gonzalo Guerrero, oficializado incluso en el himno del estado de Quintana Roo, es el nombre y el origen familiar de quien fue la madre de sus hijos, desde el Zacil-há de José Baltasar Pérez, pasando por el Xchel Can de Eugenio Aguirre, hasta la mítica Saa Sil del himno estatal, se le ha hecho ser hija, hermana, pariente cercana del cacique, e incluso “princesa” de la provincia de Chactemal. En lo personal me quedo con el “una señora principal” de alguno de los cronistas de la conquista.

En fin, se ha escrito tanto y tan variado sobre él, que en nuestros días los mitos han superado al hombre y su leyenda es más conocida y aceptada que su historia.

Cuando a principios de los 90 del siglo pasado escribí unos apuntes para la biografía de Gonzalo Guerrero, Soldado de dos mundos, concluí señalando que para nosotros en la península es un héroe y lo consideramos “el padre del mestizaje” en México, y me preguntaba ¿qué pensarán de él en España? Hoy me atrevo a responderme que al parecer lo han redescubierto y a la luz de una perspectiva madura lo están revalorando y reconociendo como alguien de los suyos. Es esa una lección de civismo y de respeto por la historia y los hombres que la hicieron posible, de la que tenemos bastante que aprender.

Gonzalo Guerrero, Aroca, Aroza o Marinero, fue con luces y sombras un hombre de su tiempo y producto de las circunstancias que le tocó vivir; desempeñó un papel que, aunque injustamente olvidado por mucho tiempo, fue protagónico en el descubrimiento y conquista de América, particularmente en nuestra región. Hombre fiel a sí mismo, luchó por su familia, por sus ideales y por la tierra que hizo suya. Fue Cid y fue Quijote, siempre un hombre fiel a sí mismo, y en ese sentido se hace merecedor de ser parte de nuestra historia de bronce y, en este quinto siglo de su incidental arribo a nuestras costas, ser conocido y reconocido en toda la extensión de nuestra patria. Ya hemos perdido casi medio año, pero algo seguramente se puede todavía hacer.

Fuente: [http://www.revistapioneros.com/gonzalo-guerrero-hombre-y-mito/]

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