Fábula de la Escuelita de Gobierno
Sobre la manera en que la fauna depredadora degusta la democracia.
Mario Roberto Morales
Las hienas se reunieron en un claro del bosque y parlamentaron sobre cómo asegurarse el poder sobre los demás animales de la selva. La más acaudalada de ellas propuso intensificar el control militar que ejercían los coyotes a favor del Consorcio Empresarial de Hienas (CONEHIE) y a la vez fundar una Escuelita de Gobierno para enseñarles a las especies de reptiles menores a gobernar la selva favoreciendo a las hienas según los designios dictados por el mismo CONEHIE. Así —aseguró— las hienas adquirirían un prestigio que no tenían: el de practicar la democracia. Los vítores plañideros de la manada cimbraron la espesura.
La Hiena Acaudalada se dio entonces a la tarea de fundar aquella Escuelita de Gobierno y la hizo funcionar en una universidad regida por reptiles mayores. En éstos recayó la tarea de reclutar a reptiles menores de escasos recursos, a fin de ofrecerles becas para estudiar en la Escuelita de marras. A cambio, los favorecidos se comprometían a completar sus estudios con Summa Cum Laude, lo cual lograrían repitiendo textualmente lo que los reptiles mayores les enseñaban. También se comprometían a que, una vez graduados de la Escuelita, se afiliarían a un partido político cualquiera (de izquierda, derecha o centro, eso no importaba) a fin de ser electos diputados al Congreso de la Selva —compuesto por animales del más variado pelaje—, también conocido como Arca de Noé, por aquello de que en su hemiciclo cabían todas las faunas y adentro “se hacía de todo”. Al cabo de un tiempo de ser diputados, los egresados de la Escuelita se comprometían a renunciar al partido que los había llevado al Congreso y a declararse legisladores independientes para no estar atados por ideología partidaria alguna a la hora de votar por las leyes que le interesaban al CONEHIE, ya fuera para ser aprobadas o rechazadas.
El desfile de reptiles menores en busca de aquellas becas fue masivo. Tanto, que las hienas temieron que si se descuidaban podrían poner en peligro su poder dejando entrar a su Escuelita a infiltrados, resentidos o simplemente a muertos de hambre que podrían rebelarse y comenzar (Dios no lo quisiera) a pensar por sí mismos. Por eso, los controles se extremaron tanto, que sólo lograron ingresar los más rastreros de entre los reptiles menores.
Por su parte, la Hiena Acaudalada se esforzó en fabricarse una imagen de depredador académico, comprando un doctorado impartido por correo electrónico en una universidad marca Acme, “de prestigio internacional”. Y dijo a los medios masivos de su propiedad que renunciaba a hacer más dinero vendiéndoles mercancías-chatarra a las pobrerías famélicas de la selva, para dedicarse a la formación de los futuros dirigentes de una democracia a la medida del CONEHIE, que era el mejor tanque de pensamiento al que podía aspirar aquella jungla.
En respuesta, los monos de las enramadas se dedicaron a formar cuadros políticos con todas las especies, entrenándolos para pensar por su cuenta y no como sus profesores, enseñándoles a entender cómo funcionaba el poder de las hienas, a ir a la raíz de los problemas a fin de explicarse sus causas, y a armarse para defender así sus derechos. Al enterarse, las hienas y el CONEHIE lanzaron a su ejército de coyotes sobre toda la fauna selvática. Y desde entonces esa jungla vive una guerra que cada día cobra más víctimas y que parece destinada a no terminar jamás.
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