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Cuatro preguntas sobre la obra de Luis Cardoza y Aragón a Julio C. Palencia con motivo del 116 aniversario de su nacimiento este 21 de junio

Ignacio Alberto Ayala Pineda

¿Cuál fue la más grande aportación de Luis Cardoza y Aragón para la literatura del Siglo XX?
Luis Cardoza y Aragón nos dejó libros, pero su aspiración no fue crear literatura. La mentira del novelista, la tierra baldía del poeta, el desierto siempre inacabado del ensayo. La palabra cardociana es un pedestal, allí brilla el ser latinoamericano, se recrea y se alza ante el lector avezado, maravillado.

¿Qué condiciones culturales y sociales encontró el poeta en México para poder encumbrarse como escritor?
El México postrevolucionario era un México que hacía muy poco tiempo había conocido su rostro de monolito, de estela, de gigante, en conversación consigo mismo… y no faltaría mucho tiempo para que volviera a perderlo entre todos sus otros rostros. Cardoza y Aragón se encontró con un esfuerzo social descomunal, un sacrificio a esqueleto abierto… y quiso ser parte de él. El amor calado hasta los huesos de su palabra:

«México nos sobrepasa terriblemente, dolorosamente, infinitamente… Estamos en la tierra de la belleza convulsiva, en la patria de los delirios comestibles… La supremacía de nuestra naturaleza, de nuestro tiempo, de nuestra realidad indígena, es tan avasalladora y orgullosamente inclemente que nos ofrece hasta una nueva muerte distinta de las otras muertes.«

Cava una tumba de palabras, se apropia del pico más alto del Ajusco y se convierte en Brujo guardián de esta ciudad.

¿Sobre qué temáticas y aristas aterrizó Cardoza y Aragón su influencia surrealista?
Podríamos decir que Cardoza y Aragón fue surrealista, pero también podemos intuir que fue creacionista. La prosa cardociana no es sino palabra poética, no hay desperdicio en sus libros. Lo cardociano no es la literatura de ningún signo, es el ser humano, es la existencia aprehendida frágilmente con la palabra.

¿Cómo debería de ser recordado el autor de El río: novelas de Caballería?
Al poeta no se le recuerda, se lee, se recita, se musita en oración. Nos espera un enriquecimiento inesperado del espíritu, inagotable sed que encuentra su agua, al leer o releer sus libros. El río: novelas de Caballería es como El Quijote, se regresa recurrentemente a su lectura y el libro es nuevo siempre, siempre lleno de nueva imaginería, nueva palabra.

Julio C. Palencia
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