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Octubre, como dijimos en este espacio editorial en nuestra edición anterior, es un mes de significación histórica para la Universidad de San Carlos de Guatemala y su profunda vinculación con las causas democráticas y progresistas del pueblo guatemalteco. Por eso adquiere especial simbolismo que el 30 de octubre de 2020 se hayan develado, en torno al preexistente monumento a los mártires universitarios en la plaza homónima en el campus central, las placas donde están escritos los nombres de 735 personas víctimas del conflicto armado interno que sacudió al país entre 1960 y 1996.

La colocación de las placas es el resultado de una larga lucha de familiares, compañeros y amigos de estudiantes desaparecidos, específicamente de los deudos de Carlos Ernesto Cuevas Molina, Gustavo Adolfo Castañón Fuentes y Héctor Alirio Interiano Ortiz, dirigentes de la Asociación de Estudiantes Universitarios (AEU) capturados y desaparecidos por agentes del Estado guatemalteco en mayo de 1984, y cuyo caso fue conocido por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). En virtud de las gestiones por ese caso el Consejo Superior Universitario (CSU) acordó en abril de 2020

Aprobar la construcción del monumento ‘SITIO DE MEMORIA Y RECONOCIMIENTO A LAS VÍCTIMAS DE LA UNIVERSIDAD DE SAN CARLOS DE GUATEMALA, QUE SUFRIERON GRAVES VIOLACIONES A LOS DERECHOS HUMANOS DURANTE EL CONFLICTO ARMADO INTERNO. En dicho monumento se debe incluir cada uno de los nombres de las víctimas identificadas pertenecientes a la Universidad de San Carlos de Guatemala, muertos o desaparecidos durante el conflicto armado interno acaecido en las últimas cuatro décadas del siglo XX.[1]

Esta es la primera vez que, por decisión de la más alta autoridad del gobierno autónomo de la Universidad de San Carlos de Guatemala, el CSU, se rinde oficial reconocimiento, materializado en un monumento, al sacrificio de las y los universitarios sancarlistas víctimas de uno de los períodos más oscuros de la historia nacional.

Con las placas fueron individualizados quienes ofrendaron su vida por el país y su universidad a lo largo de los 36 años de la guerra interna; cada una de ellas y ellos tienen una historia de vida y sacrificio, pero también cabe reconocerlos como un conglomerado cuyo denominador común es su entrega a las causas en las cuales creían y por las cuales luchaban. No hicieron otra cosa que dar continuidad a la conducta ética universitaria desde los albores mismos de nuestra vida republicana. No es casualidad que, en la trágica cadena de la violencia política de la cual está llena la historia de Guatemala, las primeras víctimas mortales hayan sido dos universitarios. El caso amerita ser recordado.

Al anochecer del 30 de noviembre de 1821, hace casi 199 años, un grupo de jóvenes terminaba su tertulia patriótica reunida en el edificio de la antigua Escuela de Leyes, hoy Museo de la Universidad de San Carlos; con la energía de sus convicciones enfilaron hacia el oriente de la ciudad entonando consignas a favor de la independencia y contra la inminente anexión al imperio mexicano.

En el antiguo barrio de San José, a inmediaciones de la iglesia del mismo nombre, aquellos jóvenes fueron interceptados por una patrulla militar, cuya pregunta de “¿quién vive?”, fue respondida con un sonoro “Guatemala libre”. Acto seguido los de la ronda abrieron fuego con sus armas, matando a Mariano Bedoya y Remigio Meida. Las investigaciones del hecho –realizadas por el Dr. Pedro Molina– arrojaron luz sobre los móviles ideológicos y la deliberación represiva del contingente, que actuaba bajo las órdenes del alcalde primero Mariano Larrave.[2] 

Esto es más que una anécdota en la historia nacional y de nuestra casa de estudios superiores: desde aquellos dos primeros mártires universitarios hasta estos a quienes ahora se rinde homenaje, hay una línea de continuidad en su conducta ética, de consecuencia universitaria con las mejores causas de la nación. Esto lo han sabido, desde hace dos siglos, los enemigos de la libertad, los enemigos de la democracia, los enemigos del progreso, los enemigos de la inteligencia y el saber.

Por eso tampoco es casual que la historia de nuestra universidad esté marcada, también, por allanamientos castrenses de los recintos académicos, o de ametrallamientos arteros en combates desiguales: unos pertrechados con las máquinas de la muerte y los otros con los estandartes de la libertad, la justicia, la democracia, la autonomía universitaria, la libertad de cátedra y de emisión del pensamiento.

Esos estandartes universitarios se inclinan respetuosos en memoria de compañeras y compañeros universitarios, gracias a quienes se efectuó un acto singular, en un ambiente de compromiso con su legado y su ejemplo. Se cuenta ahora en el campus central con un sitio en el que cada universitaria o universitario pueda detener sus pasos y reflexionar que, en esas letras formando sílabas, palabras, nombres y apellidos, laten sueños truncados por la violencia irracional. Ahí morarán, simbólicamente, sus aspiraciones por una Guatemala mejor. Allí queda este recuerdo vivo de nuestro compromiso universitario de luchar por que sus sueños y sus aspiraciones se hagan realidad.


[1] Transcripción del Punto SEGUNDO, Inciso 2.4, Acta No. 16-2020 del 22.04.2020 del CSU.

[2] Torres Moss, José Clodoveo (1980) Trágica muerte del patriota Mariano Bedoya. Guatemala: mimeo.

Fuente: Revista IPNUSAC [http://ipn.usac.edu.gt/?page_id=12266]