Hay vidas que deben celebrarse por la entereza con la que se enfrentan a la adversidad. Es el caso de Mario René Matute García-Salas quien el lunes 20 de agosto del presente año de 2012, llegó a la envidiable cifra de vida de 80 años. Un texto que me fue enviado por mi amigo Carlos Cáceres me hizo saber que nuestro amigo común llegaba a los ochenta. Confieso que escribo esto de la entereza con sentimientos mixtos. Desde que hace muchos años cuando leí su libro “El problema psicosocial de la ceguera” publicado en 1972 por la Universidad de San Carlos de Guatemala, entendí que el Choco Matute nos instaba a los videntes a no tener una actitud paternalista hacia los invidentes. Ciego desde los cuatro años de edad, Mario René mostró a sus amigos y a los hijos de sus amigos, que un invidente podía hacer muchas cosas y que no debía ser objeto de lástima o paternalismo. Tengo presentes los casos de grandes músicos como Ray Charles, José Feliciano, Andrea Bocelli o Stevie Wonder quienes llegaron a la cima demostrando su enorme genio creador desde la invidencia.
Algo así ha pasado con Mario René Matute, conocido por sus amigos entre los cuales me cuento porque con gusto acepté la herencia de mi padre. Empezando por su apodo, que generalmente se usa para aquellos que usan espejuelos, sobre todo si son de alta graduación. El decirle Choco evidencia que sus amigos nunca lo vieron como un discapacitado sino como un par que hizo tanto o más que los que tenían el privilegio de la vista. Salvo el 5º. y 6º. año de primaria, Mario René no estudió en escuelas especiales. Se graduó de maestro en la Escuela Normal Central para Varones en 1952 y tuvo que librar toda una batalla para que le dieran el título porque una ley de la época de Justo Rufino Barrios impedía entregar título de maestro a invidentes. Años después se graduaría de psicólogo en la Facultad de Humanidades de la USAC. Fue en esos años cuando siendo un niño lo conocí, porque el Choco era un activista junto a mis padres de la Asociación Pro Retorno al Humanismo (APRAH), la organización estudiantil revolucionaria de aquella facultad. Su compromiso con la revolución guatemalteca lo combinó con una fecunda labor académica que lo llevó a ser Profesor de tiempo completo y Director de la División de Psicología de la Escuela de Trabajo social y funcionario de la Dirección de Extensión Universitaria de la Rectoría de la USAC. Editorialista y columnista en diversos medios electrónicos e impresos, el Choco se ha mantenido activo también a través de su obra literaria habiendo ganado certámenes como los Juegos Florales Centroamericanos y el Quetzal de Oro de la APG, este último por su novela “Palos de Ciego” editado por la prestigiosa Alfaguara en México.
El compromiso de Mario René con la causa de los pobres del mundo y con la humanidad doliente, lo llevó a estar en los linderos de su asesinato por la dictadura militar de Lucas García. Al igual que su compañera, Olga Jiménez (hoy tristemente desaparecida), tuvo que salir al exilio y desde allí ambos siguieron con su compromiso político. Su hijo Mario René, “Tutuy”, no tuvo la misma suerte y fue asesinado el 17 de julio de 1980. La invidencia y la tragedia no le quitó al Choco la alegría de vivir, fue un gran bailarín en la época estudiantil, tuvo en su vida grandes amores.
Hoy a los 80 años vive solo en la ciudad de México. Fiel a su vocación por la autosuficiencia, fiel a sus ideales políticos. Clarividente con respecto a la condición humana.
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