Ha habido muchos universitarios ejemplares; pero la falta de memoria histórica en la USAC no reconoce sus méritos, ni vivos ni muertos. En este 1º de diciembre de 2011, rindo homenaje a un destacado estudiante universitario y líder estudiantil, luego ingeniero y docente universitario, quien fue borrado del mapa durante 27 años por el flagelo de la desaparición forzada. Solamente hace pocos días se ha conocido, gracias a la Fundación de Antropología Forense, que restos humanos encontrados en una fosa del destacamento militar de Comalapa correspondían a Sergio Saúl Linares Morales.
Conocí a Sergio en la Facultad de Ingeniería. Era brillante en los estudios y totalmente motivado por el cambio universitario y nacional. Verdadero líder estudiantil, estaba convencido de que la juventud debía aportar a la construcción de una Guatemala distinta. Fue candidato a Presidente de la Asociación de Estudiantes de Ingeniería (AEI), apoyado por el grupo Frente, habiéndose enfrentado a otro universitario extraordinario, Alejandro Cotí, dirigente del grupo APE, quien resultó electo. Poco tiempo después, los dos grupos estudiantiles se unieron para apoyarme en las elecciones de Decano de la Facultad de Ingeniería. Este respaldo hizo posible mi triunfo y una buena gestión.
De 1976 a 1980, presionados por la realidad del país, tanto Sergio como Alejandro se vincularon a la lucha social nacional. Eso los llevó a su muerte. Primero Cotí, en 1980, luego de la huelga campesina de la costa sur, fue perseguido por las fuerzas de seguridad. Fue capturado en el centro de la ciudad y desaparecido. Al día siguiente, se encontró su cadáver terriblemente torturado en el interior de su auto. Sergio, pese al éxodo de universitarios en 1980 y 1981, decidió quedarse en el país y contribuir a la reorganización de los cuadros del PGT que habían sobrevivido. No pertenecía a una organización guerrillera; pero trabajaba con el movimiento social. El ejército no hacía distingos entre guerrilleros y militantes sociales, ya que todos eran objetivo del exterminio.
Pero no solamente los militares han pecado y pecan de cobardía; también la USAC, víctima ella misma, que debió haber reclamado verdad, justicia y resarcimiento, dio la espalda a las víctimas e ignoró las angustias de los familiares, antes y después de la firma de la paz.
El 23/02/84 fue secuestrado en la zona 9, dato que aparece en el diario militar en poder de organizaciones de derechos humanos, que contiene una lista de 183 personas desaparecidas. En el mismo diario se le anota a Sergio el código 300, es decir, ejecutado y restos desaparecidos, con fecha 29/03/84. Fue más de un mes de crueles torturas antes del desvanecimiento definitivo (fosas individuales o colectivas, el mar o los volcanes). No solamente los militares no han tenido las agallas para aceptar su demencial política, sino tampoco el valor de decir a los familiares los sitios en que quedaron los restos de las víctimas. Pero no solamente los militares han pecado y pecan de cobardía; también la USAC, víctima ella misma, que debió haber reclamado verdad, justicia y resarcimiento, dio la espalda a las víctimas e ignoró las angustias de los familiares, antes y después de la firma de la paz. La USAC ha sido incapaz de enarbolar el estandarte de la memoria histórica y se niega a buscar la justicia ante el asesinato y desaparición forzada de sus mejores recursos. La autonomía universitaria duerme así “la pesadilla de la injusticia” y sufre “la eterna impunidad”.
Raúl Molina Mejía
Publicado en Diario La Hora
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