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En el camino de Xibalbá

Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com

En el capítulo final de El tiempo principia en Xibalbá, Luis de Lión escribió una terrible premonición de la actualidad guatemalteca: “Y sobre los terrenos los árboles se veían desolados, como pintados de negro sobre el cielo, como cadáveres”.

Es imposible disociar esas palabras de las imágenes de la tragedia ambiental, del ecocidio, que sigue llevando a Guatemala por el camino de Xibalbá.

Hay indicios de que los incendios forestales que están acabando con la Reserva de la Biosfera Maya en Petén, fueron provocados intencionalmente, señalan diversas fuentes periodísticas.

Un reportaje de BBC Mundo, suscrito por Juan Paullier desde México en junio de 2016, apunta: “La zona, con flora y fauna única en el mundo, con escasos recursos para su cuidado y protección, vive asediada por diferentes ilícitos, desde la tala ilegal, la caza furtiva, el tráfico de drogas y los incendios forestales”.

Quienes conocen de cerca la realidad ambiental, económica, social y política de Petén concuerdan en un punto: la ausencia del Estado, el territorio dejado no a la mano de Dios, sino a expensas de la depredación extrema.

Ausencia estatal agravada por la incompetencia y la incapacidad. Palabras más, palabras menos, un tweet de una abogada ambientalista lo decía hace pocos días con crudeza: “tan dañino es un funcionario corrupto, como uno incapaz”.

El nexo entre corrupción e incapacidad es genético en el modelo económico, social y político guatemalteco imperante, que es esencialmente depredador.

Depreda a la naturaleza, a la cual no le importa destruir si a cambio obtiene altas e inmediatas tasas de ganancia. Y para eso se sirve de la acción combinada de la corrupción y la incapacidad.

Depreda, explota y sacrifica al ser humano: otra vez, el móvil es la ganancia, cuanto mayor y cuanto más pronta, mejor. Al servicio de ese modelo han estado, precisamente, la corrupción y la incapacidad.

Ese modelo está en crisis, pone de manifiesto a cada paso su inviabilidad, como lo hace ahora en la tragedia ambiental petenera. De esto hablamos cuando escribimos, reiteradamente, sobre la crisis política e institucional en que está sumido el país.

Ahora se queman los bosques en Petén; hace un mes y medio se quemó la vida de 41 niñas y adolescentes. Son expresiones de una misma crisis, frente a la cual el recurso de la indiferencia y la desmemoria es casi la última carta que se juega el sistema para sobrevivir.

En esta semana se cumplieron dos años del destape del caso La Línea, que dejó al desnudo la profundidad de debacle del modelo. Y, al mismo tiempo, hizo evidente la dimensión del desafío que implica derrumbar el sistema basado en la depredación, la incapacidad y la corrupción.

Derrumbe necesario para reconstruir el país y la convivencia de los guatemaltecos sobre nuevas bases, auténticamente democráticas, de solidaridad y bien común.

Lo contrario nos llevará a convertir en realidad la frase final de la obra maestra de Luis de Lión: “Entonces, esa noche, primero fue el viento…”

Depreda, explota y sacrifica al ser humano: otra vez, el móvil es la ganancia, cuanto mayor y cuanto más pronta, mejor. Al servicio de ese modelo han estado, precisamente, la corrupción y la incapacidad.

Fuente: [www.s21.gt]
Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Edgar Celada Q.
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