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Editorial Praxis entre los escombros

Editorial Praxis entre los escombros

«El trato no ha sido el mismo con los exiliados, hay clases»

Este artículo apareció un domingo 2 de octubre del 2011 en el periódico El Universal. A partir de esa fecha para hoy, las cosas han cambiado radicalmente. El lugar que ocupa la Editorial Praxis y su director, Carlos López, está hoy casi en completa ruina. 34 años de libros, una colección impresionante de pinturas, equipo de impresión y de cómputo están ya, literalmente, bajo los escombros. Aquello parece terreno minado, pero no lo es. Es una constructora que con brazos metálicos enormes está determinada a sacar o a sepultar entre los escombros a todo inquilino que permanezca en ese inmueble.

Un chofer mexicano salvó a Carlos López, lo trajo de la frontera con Guatemala a San Martín Texmelucan, Puebla, no le cobró un solo peso y le evitó las vejaciones y ultrajes que ya sufrían los migrantes al atravesar territorio mexicano.

Ese joven exiliado político que llegó a vivir a un cuartito de la casa de su hermana en Santa Martha Acatitla, sin piso, ni luz, ni agua, lavó trailers y fue albañil pero pronto entró al mundo editorial «por pura suerte», sin saber siquiera corregir. En 1981 se insertó en la vida cultural de México al fundar la editorial Praxis que está por cumplir 30 años.

Llegué a México el 6 de julio de 1980, hace más de 31 años. Tuve que salir de Guatemala por la represión política, atravesé el río Suchiate, no pude pasar por la frontera en un camión, llegué a México sin mayores contratiempos porque todavía no existían los controles que después se impusieron que fueron muy drásticos, severos y represivos.

Siempre aprecié y aprecio el apoyo del pueblo mexicano. El pueblo siempre ha sido muy generoso. Fue un viaje muy accidentado, el chofer me dijo: «si se suben al camión en la inspección te vas al baño, si te sacan de allí, dices que eres mi cuñado, que naciste en ciudad Hidalgo». Él fue muy generoso, me bajó en San Martín Texmelucan, en Puebla y me dijo que de ahí tomara un camión de segunda.

Yo le quise dar 500 pesos en agradecimiento, que era casi todo lo que traía, pero él me dijo «no, guárdalo, esto te puede servir». Un hombre generosísimo, dónde encuentra uno gente así.

Yo me subí al camión llorando, venía partido porque mi salida fue abrupta, tuve que dejar amigos, familia, trabajo, todo se corta, se muere uno de un día para otro, es una muerte en vida. Así como la mía hay muchísimas historias, no todos tuvieron tanta suerte.

Vine a dar a la casa de mi hermana que era una exiliada económica que vivía por Cárcel de Mujeres, unos cuartitos con piso de tierra, sin drenaje, sin agua, sin luz, sin teléfono. Yo era maestro de educación urbana en Guatemala, trabaja y estudiaba derecho y ciencia política, pero no tenía nada que ver con la literatura.

Mi primer acercamiento al trabajo editorial fue muy azaroso, primero fui ayudante de albañil, lave trailers, pero a través del Partido Mexicano de los Trabajadores, a donde llegué y expuse mi caso, me mandaron con el secretario de relaciones exteriores que era Eduardo Valle «El Búho» y él me mandó con un señor argentino Valentín Ferrat, yo le hablaba todos los días, un día yo creo que se harto de mi y me dijo que le llamara a Manuel Aguado que tenía la editorial prolibro para ver que me ofrecía.

Él me preguntó ¿sabes escribir a máquina?, le dije que sí, ¿sabes corregir textos?, también le dije que sí. Fue mi primer contacto con el medio y con la cultura, aunque él hacía puros libros que le pagaba la Liga de Estados Árabes y la Organización para la liberación de Palestina.

Él me decía que lo hacía muy bien, pero se le hacían raras mis marcas de corrección, yo le decía es que así se marca en Guatemala. Ya luego fundaría Editorial Praxis.

Yo salí en los 80, ya había mucho exiliados a distintos países, la mayoría a México porque siempre fue un país amigo, siempre teníamos la esperanza de que en México se trataba bien a la gente y había oportunidades. Según la cifra que manejaban es que el exilio guatemalteco había sido de un millón de refugiados, muchos en los estados circunvecinos y los que tenían más medios llegaban al DF.

Se intensificó la represión, la década de los 80 fue la peor en Guatemala, en ese periodo se registran cientos de miles de muertos. En Guatemala nunca hubo presos, hubo muertos, la cifra de asesinados es de 250 mil, un cuarto de millón asesinos durante la guerra.

Cuando mi madre me venía a visitar era triste la vejación que sufrían en el camino, los bajaban, los atracaban, los amenazaban, algunos los violaban, trayendo sus documentos en regla, traían visa, pasaporte, eso sigue, ahora hay más controles todavía.

Las condiciones para cruzar México son terribles, hay como 40 retenes ultrajantes, inhumanos, todos los adjetivos se le pueden colgar. No existían esas vejaciones, aunque venir a México no era un alegría, era una cosa de saber que se iba a enfrentara a lo peor trayendo todo en regla. Imagine la gente que viene sin papeles.

La frontera sur es peor porque hay muertos, secuestros, extorsión, es una mafia absoluta, los polleros son santos en comparación con estos, ahí está la masacre de los inmigrantes. Lo peor es que no sufren todo eso para mejor es sólo para sobrevivir, salen de su tierra y no encuentran nada mejor, ni económicamente. Cultural y socialmente es muy bueno, pero en lo económico a veces sufren más, pero la esperanza y la utopía.

La historia de Tito Monterroso, Luis Cardoza y Carlos Illescas es otra, ellos sí tenían dinero, medios y preparación, ellos vinieron a trabajar en la embajada de Guatemala, ellos tenían otro nivel porque también el exilio es clasista, corresponde a una situación social y económica.

Tampoco el trato ha sido el mismo con todos los exiliados, hay clases, hay menosprecio. Se trató con mucho desdén a algunos exiliados, hasta en los trámites, no era lo mismo un argentino o un guatemalteco con otros rasgos, el trato era muy racista.

¿Se naturalizó mexicano?

No, yo sigo siendo guatemalteco. Tal vez en un futuro lo haga, pero no lo he querido. Muchos buscan el exilio para aprovecharse de este país, los actores y los futbolistas a los dos años se hacen mexicanos, ellos vienen a explotar el país, yo todavía soy guatemalteco, eso me limita mucho en muchos sentidos.

México fue la capital del exilio mundial, de todos lados, de Europa, de Asia, de África, principalmente de América Latina. Había muchos salvadoreños, pero sí es difícil porque la mayoría de exiliados se regresó y se acomodaron con los nuevos gobiernos de turno. Otros se fueron a hacer la lucha política legal. Por eso ya casi no quedan.

yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Fuente original: [http://archivo.eluniversal.com.mx/cultura/66549.html]

 

Julio C. Palencia
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