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El sindicalismo: las brechas de la unidad obrera

Santos Barrientos
santosbarrientos3@gmail.com

Para hacer énfasis al sindicalismo, es necesario hacer un pequeño recorrido historicista (el industrialismo); la historia del sindicalismo se puede reducir a una pugna obrera y elitista (empresariado) que comienza a gestarse profundamente a partir del siglo XX, donde surge el capital industrial con las nuevas máquinas de vapor (segunda revolución industrial) y con este la nueva concepción de un industrialismo basado en el individualismo liberal y la existencia de mano de obra barata, concepción que trajo consigo un levantamiento de la capa obrera (que por cierto, tiene la capacidad de detener el comportamiento económico de un país) como forma de evitar el estado de cosas que se producía. Esa protesta obrera se gestó a raíz de que el empleador/empresario tutelaba intereses individualistas —aún sigue vigente tal ideología con el neoliberalismo-neocolonialismo— marcado por la coacción laboral que a su vez el Estado tutelaba. Sin embargo, el papel del sindicalismo —como ideología campesino-obrera— marca un nuevo rumbo social que debía propugnarse como una organización basada en la estrategia, la organización y la cohesión política con capacidad para mover masas sociales.

Fue entonces, que a partir de esa industrialización surge con más auge la fuerza obrera y que en Guatemala, junto con estudiantes de la Universidad de San Carlos, suscitaron enfrentamientos sociales durante la época de 1944. Los sindicatos en Guatemala han sido objeto de diferentes cambios sociales a través de la línea del tiempo histórico del país. Sin embargo, muchos de los cambios que se han producido no han sido favorables para el crecimiento colectivo social, se han instituidos como corporaciones mercantilistas (igualitaria a un partido político) ex profeso del perfeccionamiento económico individual —que no son todos los sindicatos del país, me refiero precisamente a algunos de instituciones públicas—, esto viene como a hacerle el juego al neoliberalismo y propiciar un significado perentorio en las luchas campesinos-obreras.

El sindicalismo en el país debe estar basado en esa cohesión social-campesino-obrera e incluir el intelectualismo como estrategias para el cambio social. Se debe generar ese nuevo contractualismo patrono-obrero tal como el Estado (representantes-representados), a fin de conjurar el contrato social pensado por Rousseau, Hobbes y Locke. No obstante, dichos elementos deben estar representados no por un particularismo autoritario sino por un sentido democrático o poliárquico que incluya todos los sectores.

Los sindicatos —al igual que la sociedad— se encuentran polarizados, sin rumbo fijo, pretendiendo cambios sin antes atender problemas reales: enfoque salarial, enfoque social y enfoque técnico, tres elementos que deben funcionar juntos, el más importante es el enfoque social que a su vez es colectivo; porque incluye al conglomerado societario. Durante la época del posconflicto, la mayoría de sindicatos han cruzado una fase de desaceleración, han perdido el espíritu democratizador, de lucha, y se encuentran en una fase pluralista, donde se perpetúan en la extorsión al empresariado, al estado y no desarrollan las políticas públicas, de desarrollo colectivo, propias de su funcionamiento; se han manifestado en el cinismo individualista. En una sociedad democrática las fuerzas políticas son los grupos organizados observaba Norberto Bobbio. Por cuanto, debe existir una organización fuerte, poliárquica-democrática, instaurada en la defensa de los derechos constitucionales, laborales y sociales, tomando en cuenta que uno de los principios del derecho laboral es que debe ser conciliatorio; el enfoque social junto con la diplomacia y el manejo político darán una mejor cara al sindicalismo que al igual que el sector académico, se ha encontrado en un desfase de los problemas reales del país.

Hace falta una revolución social, no una rebelión como habían apuntado autores clásicos (Sartre, Camus, Octavio Paz, entre otros), una revolución que incluya sindicatos, partidos políticos (no mercado político) y una reestructuración del contrato social. La organización es el camino, el individualismo es el arma de la destrucción, corresponde a las vanguardias sociales ejecutar las herramientas democráticas (constitucionalizadas) para el fortalecimiento colectivo sindical.

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Santos Barrientos
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