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El riesgo de la resignación

Edgar Celada Q.
eceladaq@gmail.com

Entre los numerosos “memes” que circularon en las redes sociales en la última semana de 2016, hubo uno que resume la combinación del pesimismo y la falta de credibilidad sobre la gestión presidencial durante el primer año y para el segundo, que inicia el sábado 14 de enero.

Con la imagen dominante de un Jimmy Morales en mangas de camisa, micrófono en mano y la gesticulación teatral tan bien manejada por el presidente, dice:

“-¡Agarráte 2018 porque te voy con todo!”

Un implícito interlocutor le hace la observación: “-Pero apenas empezamos el 2017…”

“-Ah sí… Es que el 2017 ya lo di por perdido también”, es la presunta respuesta del gobernante.

Bullying político aparte, el balance del primer año de gobierno del binomio Morales-Cabrera no es positivo, a los ojos de un amplio espectro de observadores. De ahí el temor reflejado en el “meme” de marras: que 2017 sea, “también”, un año perdido.

Sin embargo es obligado trascender la simpleza de los mensajes que, si bien captan un amplio sentir ciudadano, dejan sumergidos los procesos profundos, aquellos que definen el curso de los acontecimientos.

En esa línea, en este espacio hemos señalado que el gobierno de Jimmy Morales resultó una opción cuasi providencial y salvadora para el status quo, frente al colapso de la hegemonía que amenazaba al sistema en medio de las movilizaciones sociales de 2015.

Sin duda, en términos de las transformaciones políticas, sociales y políticas que el país necesita, 2016 fue un año perdido.

En cambio, para el establishment, el año recién concluido estuvo lejos de ser intrascendente: desde el interinato de Alejandro Maldonado Aguirre y sobre todo con el gobierno Morales-Cabrera se pasó del “control de daños” a lo que, con propiedad, se ha descrito como “restauración conservadora” (Marco Fonseca).

La elección de la nueva presidenta de la Corte Suprema de Justicia, también la elección de una nueva junta directiva del Congreso de la República y el cierre del ciclo legislativo con un temporal frenazo a la propuesta de reforma constitucional en materia de justicia, generalmente se leen como indicadores de ese tránsito del “control de daños” a la “restauración conservadora”.

Esta, para mayor deleite del status quo guatemalteco, se complementa con el triunfo electoral de Donald Trump en Estados Unidos. Se frotan las manos en espera del 20 de enero, fecha de toma del cargo por parte del magnate.
Pero en muchos ámbitos, la moneda sigue en el aire. La crisis del Estado y del país está lejos de haberse superado.

Las demandas sociales de transformación, en un sentido incluyente y democrático, siguen a la espera.

Es obvio que el status quo no tiene respuestas positivas a esas demandas. Antes bien, seguirá buscando cómo posponerlas y cómo restablecer un régimen que, en las palabras ingenuas de Martín Santomé, el personaje benedettiano de La tregua, se base en la inmovilidad de los resignados.

Es hora, pues, de movilizarnos contra la resignación.

Fuente: [www.s21.gt]

Narrativa y Ensayo publica este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

Edgar Celada Q.
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